
Las prendas del establecimiento tienen precios que oscilan entre 1 y 20 euros.
29 jul 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Lo que iba a ser una Pop Up Store de ropa de segunda mano se ha asentado en el bajo que ocupa el número 72 de la calle Real. Lo que fue la zapatería Dimikelo se convirtió el fin de semana que comenzó el confinamiento en una tienda efímera de ropa y calzado de segunda mano, pero no llegó a abrir debido al estado de alarma. Las promotoras de esta experiencia son Isabel Foira y Yolanda Touza, que en marzo habían decidido vaciar armarios para vender ropa que puede tener una segunda oportunidad y también dar vida, dado el carácter solidario de su tienda. Y es que el diez por ciento de lo vendido lo destinan a Cáritas. Las prendas tienen precios que oscilan entre 1 y 20 euros. Camisetas, faldas, chaquetas, pantalones, vestidos... Hay un poco de todo y tanto Isabel como Yolanda han decidido mantener abierta la tienda a la vista de cómo está funcionando desde que reabrieron, eso sí, en horario limitado de 11.30 a 13.30 horas. Este tipo de establecimientos funcionan en grandes ciudades, pero en Ferrol parece que también ha gustado la idea. Y claro, a causa del covid-19, cada prenda es sometida a un riguroso proceso de desinfección.

Un túnel del tiempo
Segunda, tercera e infinitas vidas son las que tienen muchos de los objetos que están a la venta en la tienda de antigüedades de Raúl González, en la calle Magdalena. Entrar en esta tienda, de la que siempre nos llama la atención el pequeño pero llamativo escaparate, es como viajar en un túnel del tiempo. Muebles y piezas del siglo XVIII se entremezclan con un bonito Chester de piel o una vieja, pero bien conservada, radio de las que cuando se encendían congregaban a la gente a su alrededor, o un arcón que seguramente guardó muchas historias. Raúl abrió su tienda de antigüedades hace tres años y tras el cierre motivado por el covid-19 ha recuperado el ritmo de visitas de clientes. Conversamos con él en su negocio cuando una clienta se interesa por un cuadro que cuelga de la pared. Raúl nos deja para atenderla después de mostrarnos la trastienda de este establecimiento, donde restaura algunos de los muebles y objetos que llegan hasta el local, e incluso da clases a quienes quieran aprender a hacerlo por sí mismos. Entre sus clientes hay muchos coleccionistas de antigüedades, pero también gente que busca piezas concretas para crear un ambiente especial en la decoración de su hogar o negocio. Incluso apunta que, alguna vez, para ambientar películas de época, han recurrido a piezas de las que tiene a la venta en su céntrico local.

Autoescuelas seguras
Nada es lo mismo desde que el covid-19 entró en nuestras vidas, y si no que se lo pregunten a Xabier Miraz, copropietario de Autoescuela Cantón. Cada verano se les acumula el trabajo con las clases para conseguir el carné de conducir. Y este año más, porque la parálisis del estado de alarma dejó a muchos futuros conductores pendientes de examen o de realizar las prácticas y toca recuperar el tiempo perdido. Esperan que la Jefatura de Tráfico habilite nuevas fechas de examen para lograr dar salida a todos los alumnos pendientes del práctico. Pero la situación derivada de la pandemia lo hace todo un poco más difícil. Y es que además de ser un verano con muchos alumnos, entre clase y clase, nadie le quita los 15 minutos para higienizar el habitáculo y todas las zonas de contacto del vehículo de prácticas. Y así cada hora, como un reloj, ahí le encontramos frente a la autoescuela, bayeta y desinfectante en mano, preparando el coche para recibir a un nuevo alumno. Xabier apunta que esto ya lo hacían antes, por ejemplo, cuando un alumno estaba resfriado. Pero ahora es parte del día a día.