Los montes comunales preservan, en pleno siglo XXI, el patrimonio gallego

Ramón Loureiro Calvo
ramón loureiro FERROL / LA VOZ

FERROL CIUDAD

Ramón Loureiro

El paso del tiempo los ha convertido en enclaves en los que el paisaje, la historia y el ecosistema del país están protegidos

20 jul 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

En lo más alto de la parroquia fenesa de Sillobre, al sur de la ría de Ferrol, se encuentran los montes comunales de Marraxón. Se trata de una superficie de 26 hectáreas, con un ecosistema excepcional, gran riqueza de yacimientos arqueológicos y cientos de metros de muros de pedra seca, desde la que se divisa uno de los paisajes más bellos de Galicia.

Contemplar desde su punto más elevado, el Coto do Rei, el océano Atlántico, permite disfrutar de una bellísima visión de lo que los romanos conocían como Portus Magnus Artabrorum (formado por las rías de Ferrol, Ares, Betanzos y A Coruña). Un territorio al que don Ramón Otero Pedrayo llamó, también de forma muy bella, el Golfo Ártabro.

A lo lejos, la Torre de Hércules

«As vistas desde aquí son únicas», dice Francisco Tomás Corral Vilar, el presidente de los comuneros de Sillobre, señalando, en la lejanía, la Torre de Hércules. Y cuando habla de vistas no se refiere solo al litoral atlántico, que desde allí se contempla mirando al oeste, sino también de la espectacular fraga del río Belelle (la de la célebre fervenza, situada en la frontera de los municipios de Fene y Neda), que está a espaldas de los montes de Marraxón. «Os nosos montes -explica Corral, mientras pasea por las tierras comunales con su hija, la pequeña Oliana- están abertos a todo o mundo. Como pasa en practicamente toda Galicia. Nós, concretamente, aquí en Sillobre xamais pensamos en sacar proveito económico do comunal. Ao contrario: traballamos os comuneiros polo monte, para coidar os vestixios megalíticos que conserva, para recuperar a súa fauna e a súa flora, para dar a coñecer a súa marabillosa paisaxe e para dar a coñecer as súas lendas. O único que lle pedimos á xente -subraya-, é que sexa respectuosa con este tesouro que poñemos aquí á súa disposición».

Ramón Abuín: «Para evitar a aparición do lume hai que coidar as áreas forestais»

Lo subraya, desde la comunidad de montes de Balouta y Fontecoba, en el municipio de Dodro, Ramón Abuín, un histórico del movimiento comunal gallego: «Para evitar a aparición do lume hai que coidar os montes, as áreas forestais». Abuín, que representa a los comuneros gallegos en la Asociación Forestal de Galicia, de la que es vicepresidente, insiste en que el problema del fuego de los montes gallegos hay que combatirlo, sobre todo, manteniéndolos en unas condiciones en las que resulte imposible que haya incendios. Y para lograrlo, recalca, además de mantener los montes limpios hay que crear planes que racionalicen la producción de madera

La comunidad de montes en mano común de Balouta y Fontecoba destina el monte, esencialmente, a la explotación forestal, pero los beneficios que producen las tierras comunales no se reparten directamente entre los comuneros, sino que se destinan a «fins sociais», subraya Abuín.

Proteger el medio ambiente

A día de hoy, dice Abuín, «o monte comunal galego ten, en xeral, un papel moi importante no social e tamén no da protección do medio ambiente». Si no existiesen las comunidades de montes gallegas -añade-, la situación de las áreas forestales sería, a día de hoy, completamente distinta, e infinitamente «peor». Lo necesario ahora, comenta, es que poco a poco vayan incorporándose los jóvenes a las comunidades gallegas de comuneros.

CESAR QUIAN

Felipe Senén: «Son reliquias históricas que garanten o futuro das comunidades»

Lo dice Felipe Senén, uno de los investigadores que mejor han comprendido la verdadera esencia del alma de Galicia: «Os montes veciñais son reliquias históricas, tradicionais, non entendidas dende a sociedade do consumo».

«Son espazos -recalca el historiador- que garanten o futuro, a vida de comunidades que precisamente tiveron a súa orixe arredor deste recurso natural».

Apunta Senén, además, que «desde a sociedade e os sistemas de produción de hoxe», en los que están tan presentes la «privatización» y el «mercantilismo», resulta muy difícil «entender o que significaron os montes veciñais, o pastoreo, a roza e a madeira». «Mesmo os topónimos están en relación -dice Senén- coa produtividade e as singularidades dun monte agora empobrecido». 

Lugares sagrados

A propósito de la «sacralización do territorio», tan vinculada al origen y al «ser» de la parroquia gallega, Senén apunta, dirigiendo su mirada al viaje que los montes comunales han llevado a cabo a través de la historia, que «se ben a sociedade mantivo sempre espazos comúns, territorios considerados sagrados por algunha circunstancia, como os mananciais de augas», también las zonas de caza, de cultivos o de pastoreo fueron dando origen a «territorios sinalizados». De ahí surgieron espacios «delimitados» en los que también mámoas y castros sirvieron, de alguna manera, para ir «marcando» la propiedad de cada zona.

Esto viene a suponer, en la práctica, explica Senén, que también los vestigios arqueológicos, que en el pasado fueron tomados como referencias por quienes vivieron a su alrededor, pueden dar a veces una valiosísima información sobre la historia de cada territorio.

«División entre tribos»

Cita Felipe Senén, en este sentido, los «montes que actúan de lindeiros,», y también la «división entre antigas tribos, tal como denotan as siglas ou petroglifos de termo, os marcos…». Muchos de esos lugares, añade el investigador, serían luego «cristianizados baixo a advocación dalgún santo», y acabarían teniendo, además de su propia capilla, una «concorrida romaría», que les permitiría servir de «punto de encontro» para «festa e consolidación do clan».