El lobo aquel

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL CIUDAD

09 may 2020 . Actualizado a las 08:30 h.

Tengo junto a mí, de nuevo, ahora envuelto en el silencio de la madrugada, un ejemplar de Los Cuentos de Charles Perrault. Un volumen iluminado por ese maravilloso artista que fue Gustavo Doré, genio que nos permitió saber, también, gracias a su extraordinario talento de ilustrador, cómo era, en verdad, Don Quijote, e incluso a quién se parecían muchos de los personajes del Antiguo Testamento. Perrault fue, probablemente, el primer escritor cuyo nombre aprendí de niño. Un nombre que tenía muy grabado en mi memoria, a pesar de que no sabía pronunciarlo correctamente. Sin embargo, y a diferencia de lo que me sucede ahora, por aquella época a Don Charles lo tenía en una consideración más bien escasa. Entre otras razones, viendo que su historia de Caperucita Roja terminaba al comerse el lobo a la protagonista, cuando yo estaba perfectamente informado, gracias a mi madre, de que, si bien lo que decía Perrault era cierto, la historia no acababa así, puesto que Caperucita lograba escapar después de las tripas del lobo con la providencial ayuda de alguien que pasaba por allí; y, además, sin mayores dificultades. También me decepcionaba bastante que Perrault ignorase que entre lo que Caperucita le llevaba a su abuela había un paraguas de chocolate, caramelos y un helado. Don Charles me parecía entonces un señor que no se enteraba de nada, ya que ni siquiera sabía que aquel mismo lobo feroz había intentado entrar en una ocasión en el molino de un tío mío en Vilanova, en Sillobre, pasando bajo la puerta. Sin embargo, ya les digo: hoy releo a Perrault con entusiasmo. Siempre se debe confiar, ¿no les parece?, en los clásicos. Mayormente, si hay que quedarse en casa.