«La poesía no puede ser explicada, es ella quien te dice lo que quiere»

FERROL CIUDAD

ÁNGEL MANSO

Julia Uceda, Premio Nacional de Poesía, reflexiona, desde su casa de Serantes, sobre un «tiempo difícil», y sigue escribiendo

06 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Julia Uceda, Premio Nacional de Poesía y una de las más brillantes voces de las letras hispanas, apenas ha vuelto a aparecer en público desde que los Reyes de España le hicieron entrega de la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. Nacida en Sevilla en el año 1925, ejerció la docencia universitaria tanto en Estados Unidos como en Irlanda, pero finalmente decidió quedarse a vivir en Galicia. Y es aquí, en Galicia, donde sigue escribiendo y leyendo y viendo pasar las horas desde su casa del valle de Serantes. «Mi casa es esta, y aquí es donde deseo estar -comenta la escritora-. Me han pedido muchas veces que regresase a Sevilla, y me han insistido bastante en ello, pero yo he querido quedarme en Ferrol».

En el corazón del valle ferrolano de Serantes, la escritora contempla el paso de las horas. Envuelta, eso sí, en una cierta melancolía. Una melancolía que estos días, cuando casi todo es silencio, se vuelve, si cabe, aún más grande. 

El peso de la soledad

«Nunca me había sentido tan sola como me siento ahora», dice Julia, que constantemente recuerda a su marido, a Rafael, a Rafael González Palacios, uno de los grandes psiquiatras del país, un verdadero humanista y un intelectual cuya desaparición dejó una profunda huella en el mundo de la cultura.

«Alzo la vista y junto a mí ya no hay nadie de mi familia, cosa que jamás me había pasado ni llegué a imaginar que me pasase. Pero, a pesar de todo -reitera la autora de Zona desconocida-, quiero seguir aquí. Esta es mi casa». Desde su ventana, Julia Uceda ve estos días cómo, en medio del mayor de los silencios, la naturaleza celebra el regreso de la primavera. 

«Ya estaban aquí»

«Últimamente -comenta la autora de En el viento, hacia el mar- yo ya no salía, casi, de casa, ni siquiera al jardín. Ahora, desde aquí, me quedo mirando las ramas de los árboles a través de los cristales. Y pienso en que los árboles ya estaban aquí mucho antes de que llegásemos los seres humanos». «Me he ido metiendo en mí misma poco a poco, sin darme cuenta -reflexiona en voz alta, a través del teléfono-. Me resulta muy raro todo. Este es un tiempo difícil. Hoy he estado leyendo a Jung, sus Siete sermones a los muertos, y sigo escribiendo, por supuesto. Nunca he dejado de escribir -dice Julia Uceda-. He escrito siempre».

Es cierto que cuando mira a su alrededor no puede evitar su extrañeza, en estos difíciles momentos, ante todo lo que está sucediendo. Pero igual de cierto es que su voz transmite la mayor de las serenidades; incluso cuando insiste en lo «extraño» que le parece todo. La poesía, esa forma superior de la verdad, permanece, insobornable, junto a ella. Esa poesía subraya, que «no puede ser explicada», porque «es ella quien te dice lo que quiere».

«La libertad siempre ha sido algo muy importante para mí», dice la autora 

A lo largo de una vida larga y plena, de una vida en la que la poesía ha sido al mismo tiempo un horizonte y un camino, Julia Uceda se ha mantenido, siempre, fiel a sus principios. «La libertad ha sido algo muy importante para mí, y lo sigue siendo», dice la escritora, que jamás renunció a alzar la voz en defensa de sus convicciones.

Suele decir que el ser humano desconoce, en el fondo, de dónde viene y a dónde se dirige, y cree que en el mundo que hoy nos rodea hay algo, también muy difícil, o incluso imposible, de explicar -algo que tal vez sea esencialmente inaprensible-, que nos lleva a los seres humanos, como especie, por una senda equivocada. 

Una fascinación

La naturaleza la fascina. Puede pasar horas contemplándola en silencio. Está convencida de que los árboles, de los que es tan amiga, se comunican entre ellos. Y piensa que la forma en la que los árboles conviven debiera servirnos de ejemplo a los humanos para poder transitar por la vida juntos sin dejarnos arrastrar por la tentación de dañar a nuestros propios hermanos.

Cree firmemente en la importancia de defender el bien común. Y en la necesidad de apostar por la educación como uno de los grandes pilares que sustentan el futuro de un país. 

Máxima exigencia

Todos sus libros han sido escritos con la máxima exigencia. Julia Uceda no tiene obra menor. Se la ha comparado, a veces, con Clarice Lispector, por buscarle un espejo al otro lado del Atlántico, pero la escritura de la autora de En el viento, hacia el mar, cuya poesía siempre ha transitado por un camino propio, admite pocas comparaciones. Ella es, en sí misma, una literatura entera.