Estos días

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL CIUDAD

27 mar 2020 . Actualizado a las 23:03 h.

Los días más difíciles nos ayudan a ver con claridad qué es lo auténticamente importante: el afecto verdadero, esa voz que nos llega -aunque sea desde la lejanía- a través del teléfono, la luz que entra por la ventana, los recuerdos de un tiempo que ya no existe, los libros que nos acompañan en el silencio de la madrugada, los sueños imposibles, la esperanza depositada en un futuro siempre incierto, el canto de un pájaro que saluda la llegada de un nuevo día. Ya sé que a veces uno querría estar lejos. Por supuesto que sí. Pero para eso, para ir hacia el horizonte, ni siquiera es necesario atravesar el umbral de la puerta. Basta con salir de uno mismo. Los momentos más duros («Sufrir non é bo, pero ter sufrido non é malo», suele decir el gran Basilio Losada) nos enseñan a valorar cosas a las que jamás habíamos dado importancia. Y a dejar de perder el tiempo en tonterías. Quizás no estaría de más recordar, cuando todo parece desmoronarse a nuestro alrededor, que no hay que confundir lo temporal (que siempre tiene un final, como tiene, también, un principio) con lo definitivo. Porque eso nos ayudaría, quizás, pienso yo, a tomar conciencia de que mirar un poco más allá de nuestros propios sentimientos permite ver la realidad de manera bastante más nítida. Disculpen que vuelva a hablarles aquí en primera persona, y además de mí mismo; algo, ciertamente, tan poco periodístico. Pero no quiero dejar de enviar mi solidaridad y mi afecto a quienes estos días, de una forma o de otra, luchan contra el coronavirus. Y también, por supuesto, a todas las personas que sufren. Que esto pase pronto. Sí, cuanto antes. Pero no lo olvidemos jamás, por favor. Seamos, por fin, distintos.