El plan de futuro acordado por la dirección de Navantia con los sindicatos a finales del 2018 arrojó una luz de esperanza sobre el futuro de la compañía. En la ría ferrolana implicaría la salida anticipada del personal que fuera cumpliendo 61 años, pero a cambio se garantizaría la entrada de savia nueva, algo que no sucedía desde hace tres lustros. Una cuestión esta nada liviana en una comarca ferrolana tan falta de perspectivas laborales, que vino a insuflar expectativas tanto a técnicos como operarios.
Para la ría, en el primer año de aplicación del plan se pactaron 235 plazas, 182 de las cuales tendrían que convocarse en ese ejercicio, y las restantes, durante el primer trimestre de este 2020. Sin embargo, solo se han convocado los empleos júnior, es decir, los dirigidos a personal de menos de tres años de experiencia. En total, son 127 puestos, que fueron ofertados en septiembre y que se han quedado estancados en ese proceso. Hace dos meses que Navantia hizo público el número de solicitudes admitidas y rechazadas pero continúan sin publicarse los listados y sin fijar las fechas de los exámenes.
En todo este tiempo se han producido múltiples reuniones entre la empresa y los sindicatos pero la convocatoria no avanza. Un gesto poco inteligente por parte de Navantia que deja que crezcan las sospechas sobre que tiene algo que ocultar en este proceso y que además, como poco, muestra el fracaso del modelo elegido para llevarlo a cabo.
Y por si esto no fuera suficiente, ahora ha provocado la rebelión de los ingenieros, con una clasificación profesional que califican de «oscura».