La admiración

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL CIUDAD

08 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

A veces me pregunto de qué están hechos, realmente, los recuerdos. Pensé mucho ayer en ello, tras una larga -y como siempre luminosa, que diría Carlos Casares- conversación con el poeta Miguel Carlos Vidal, sin duda una de las personas que poseen una visión más lúcida de las literaturas hispanas del siglo XX. En un momento de nuestra conversación, Vidal mencionó a Carvalho Calero, a quien lo unió un profunda amistad que dio, entre otros frutos, un epistolario excepcional, repleto de cartas en las que ambos escritores ferrolanos demuestran lo alto que puede volar, a veces, la literatura. Y en ese momento del que les hablo, mientras lo escuchaba, también yo vi a Carvalho Calero, a través de los ojos de Vidal, paseando por el Cantón ferrolano en un tiempo que ya no existe. Me pasa eso un poco, también, estos días, con las tierras de Monfero. Unos amigos muy queridos -entre ellos Luis, el cura de Xestoso- me han invitado a ir allí, el día 16, y a estar con ellos en la Feira do Grelo. Invitación que les agradezco enormemente, porque yo admiro mucho a quienes mantienen vivo, contra viento y marea, el mundo rural, que es uno de los pilares que hacen que siga en pie un país entero. El caso es que cada vez que recuerdo que voy a volver allí, a esa tierra mágica, veo al padre de mi padre, a mi abuelo Constante, en los duros años cuarenta del siglo pasado, viniendo a pie a través de Xestoso, desde su casa de la Terra Chá, en Santa María de Labrada, hacia Ferrol. Como veo también al profesor Fernández de Rota, a José Antonio, que escribió su tesis doctoral entre las gentes de Monfero. Y me emociono un poco, sí, qué vamos a hacerle.