Sheila y Sara López, de la tienda de moda Kala, se sienten afortunadas, porque, con más o menos altibajos, hasta el momento han conseguido capear el temporal que azota al comercio de proximidad. «Nosotras nos mantenemos, pero la situación nos preocupa, porque el cierre de uno nos perjudica a todos. Y no solo me refiero al resto de comerciantes -porque cuantos menos seamos más débiles nos haremos-, sino a todos los ferrolanos, porque una ciudad sin tiendas es una ciudad muerta, de calles vacías, donde los pisos y las propiedades se devalúan», reflexiona Sheila.
A Sara le preocupa sobre todo el descenso poblacional y la falta de trabajo en la ciudad, «porque son dos factores que te impiden crecer como negocio», pero, a pesar de todo ello, ni ella ni su hermana quieren caer en el pesimismo.
«Ferrol tiene muchísimo potencial, pero hace falta que lo apoyemos y levantemos entre todos. Así que, si no queremos que sus calles se queden vacías, compremos aquí en lugar de ir a gastarnos el dinero a otras ciudades», dice Sheila. En su opinión, el pequeño comercio nunca podrá competir con las grandes superficies a base de descuentos y promociones, así que, para poder avanzar, propone apostar por sus puntos fuertes: calidez, calidad y trato personalizado.