¿Conoces la triste historia de los llamados barcos de la muerte?

Museo Naval FERROL

FERROL CIUDAD

Ricardo Grobas

06 jul 2019 . Actualizado a las 13:58 h.

El 25 de abril de 1898 Estados Unidos de América le declaraba la guerra a España. La explosión «fortuita» del acorazado USS Maine el 15 de febrero en la bahía de La Habana, le sirvió como excusa al gobierno norteamericano del Presidente William MacKinley para poder declarar la guerra a España.

Después de unas cuantas batallas navales y terrestres muy desiguales debido a la diferencia entre el armamento español y el estadounidense, finalizada ya la guerra, el 10 de diciembre de 1898 se firma el tratado de paz entre ambos países en París, mediante el cual España perdía Cuba, Puerto Rico, Guam, Filipinas y otras posesiones menores.

Una de las primeras órdenes de los vencedores norteamericanos fue acelerar la evacuación de los cuarteles y hospitales que estaban abarrotados de soldados heridos, amenazando con bombardear la antigua posesión española de Cuba si no se desalojaba. De modo que la huida fue masiva y apresurada.

Muchos barcos abarrotados de soldados repatriados llegaban en condiciones lastimosas, entre heridos de guerra y enfermos por paludismo, anemia, disentería, tuberculosis o fiebre tifoidea. No pocos morirían en plena travesía. Arribaron, entre otros, a los puertos de Vigo y A Coruña y pronto se les conoció por el nombre de barcos de la muerte.

La ciudad y el puerto de Vigo resultaban un lugar idóneo debido a la existencia del lazareto de la isla de San Simón pero también se tuvieron que habilitar los almacenes del puerto, ampliar el Hospital Militar, cuarteles e incluso escuelas.

El Capitán General de Galicia pidió al Gobierno buques mercantes que pudieran funcionar como lazaretos para el caso de soldados necesitados de cuarentena. Dicha petición fue denegada.

Buques desinfectados

Los buques que arribaban a puerto eran desinfectados junto con los equipajes y las pertenencias de los pasajeros para evitar contagios y se procedía a la separación de los soldados débiles pero sanos y los enfermos no contagiosos, que eran trasladados a los hospitales, de aquellos los más graves.

Numeroso personal voluntario se volcó con aquellos desventurados, proporcionándoles bebidas calientes como sopa o caldo, además de agua, leche, jerez, té y limones. Una vez en casa, los soldados se presentaban en su oficina de reclutamiento y los que no aceptaban la liquidación por la baja a razón de cinco pesetas por mes de servicio, tardaron en cobrar el total 15, 20 o 30 años o lo percibieron sus familiares al haber muerto. Desgraciadamente, muchos de los supervivientes se vieron abocados a sumarse a la masa de indigentes, vagabundos y buscavidas que pululaban por las calles de las ciudades españolas y vivían de la mendicidad y la caridad pública y privada. Tal fue el triste destino de aquellos héroes olvidados injustamente.

Ven al Museo Naval de Ferrol y te contamos más cosas (abierto de martes a viernes, de 9.30 a 13.30 h; sábados, domingos y festivos, de 10.30 a 13.30 h). Más información en la web del museo http://armada.mde.es/museonavalferrol y visitas guiadas en la dirección de correo: museonavalferrol@fn.mde.es