Polo mar abaixo...

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

FERROL CIUDAD

01 jun 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Van, as Mareas de pé… Eran mareas vivas que se asentaron en nuestra costa hace cuatro años. Llegaban los alcaldes del cambio con un viento nuevo de aire fresco para limpiar el discurso caduco del bipartismo. Al menos eso argumentaban. Procedían de una extraña formula de conveniencia de la factoría podemita, llamada eufemísticamente confluencias. Eran hijos del galleguismo nacionalista del Bloque, y se convirtieron en ‘hermanos separados’ al nacer, de las soflamas beiristas. Hoy ya son historia, historia reciente pero historia.

No supieron escribir su relato, gobernaron los ayuntamientos solo para unos pocos, para los de su tribu, para los suyos, con un sectarismo ensimismado. Impusieron una manera de vestir que enlazaba con los descamisados peronistas, las camisas de cuadros fueron el lema, su característica, la bandera fashion de la que Ferreiro hizo hábito siguiendo la estética Pablo Iglesias y saltándose todos los protocolos posibles. Priorizaron las tesis economicistas contra la inversión posible, y culpabilizaron a los otros de los males retardatarios.

El alcalde de A Coruña se despidió entre lágrimas primando las emociones y hurtando la autocrítica serena y exigible. Argumentó que se va como llegó, no faltaría más, pero han pasado cuatro años de cierta parálisis municipal.

Las Mareas, un partido sin estructura orgánica, que vivió estos años con un cainismo militante, viajan mar adentro, y el viento arremolina tesis utópicas que caminan sobre las olas en una suerte de surfismo político

No se cuestiona en punto alguno la bonhomía del primer edil coruñés, un rapaz de la Gaiteira, tan buena persona como deficiente alcalde.

Santiago, con el invento de Compostela Aberta, un partido, una plataforma, una marca coyuntural que se distinguía por las formulas políticas que encerraban los silencios de su líder, sucesor del profesor Beiras, componía un friso caracterizado por la gorrilla de mozo de estación galdosiano, de personaje de Hugo en Los Miserables, o de habitante de las narraciones de Dickens. Nunca se han vendido más gorras en Galicia que en estos cuatro años. Noriega no ha remontado, las mareas no han llegado a Compostela, su alcalde hace mutis por el foro, quizá releve a Villares de su ejercicio de gran timonel de la nada absoluta. Acaso su cometido sea competir con Feijoo por la presidencia de la próxima Xunta, quién sabe.

Xulio abandona, Noriega aplica un depende a su carrera política y Suárez, el hasta ahora alcalde de Ferrol, aspira a mantener una parcela de poder en la conformación de la corporación ferrolana, o quizá a reconstruir la sucursal gallega de Podemos desde la ortodoxia pabloiglesista.

Lo cierto es que por ahora los alcaldes del cambio han sido censurados por la ciudadanía y no repetirán en sus concellos. Se los ha tragado la galerna que precede a las pleamares, o acaso un implacable tsunami. Ahora ya es bajamar en la costa municipal, que comenzó un domingo de mayo a ver cómo se quedaban varados en la orilla los viejos discursos trasnochados.