Cara y cruz

José Varela FAÍSCAS

FERROL CIUDAD

19 may 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde que, en contra de Leibniz -Jesús, que osadía-, acepté que no vivimos en el mejor de los mundos posibles, siempre contemplé a nuestros vecinos del norte continental con envidia. Por incontables, por numerosas no por nefandas, razones, la mayor parte de ellas relacionadas con su estilo de vida y, claro, todo lo que lo hace posible. Por citar una, su sistema de transporte ferroviario, la capilaridad de sus líneas férreas sobre el territorio, la variedad y frecuencia de sus servicios, la preeminencia frente a otros modos de desplazamiento, etcétera. Viendo el asunto desde Ferrol, parece comprensible el sentimiento de envidia. Ayer mismo, este periódico ofrecía, por iniciativa de la Xunta y Renfe, un folleto informativo sobre trenes turísticos, y uno de ellos, de vía estrecha, la antigua Feve, que enlaza -pues de algún modo habrá que decirlo- esta ciudad con la cornisa cantábrica. En páginas locales reiteraba el enésimo agravio de Renfe a los usuarios de Ferrolterra: retrasos, cancelaciones, transbordos. Me viene a la memoria (ingresé en la Redacción de La Voz en 1972, cuando se inauguró el servicio ferroviario a Gijón) el incansable empeño de Valle Romero, mi jefe por entonces, en hacer realidad aquel proyecto. Un afán comparable al que, años más tarde, desarrollaría el diputado nacionalista Francisco Rodríguez por modernizar la conexión ferroviaria de Ferrol. La historia, por si cupiese alguna duda, dio la victoria, y el dinero público, a las grandes constructoras del país al apostar, con una megalomanía papanatas, por la alta velocidad. Las cercanías, bastante tienen con los trenes turísticos, para convertirnos en un gran parque temático.