No somos histéricas. Somos históricas

Antía Díaz Leal
Antía Díaz Leal CRÓNICAS CORUÑESAS

FERROL CIUDAD

ANGEL MANSO

13 mar 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Una amiga me manda una fotografía, desde la ventana de su casa en la plaza de Pontevedra, de la manifestación del viernes pasado. Una marea de gente que cruza la ciudad reclamando el espacio que corresponde a las mujeres en esta sociedad, en este país, que sigue, con mayor o menor sutileza, negando ese espacio. Este segundo año de movilizaciones feministas masivas me pilla fuera de la ciudad. Pero la sigo desde las redes sociales, desde ese WhatsApp que a veces carga el diablo pero que ahora sirve para emocionarse al ver el Obelisco convertido en un hervidero, para sentirse parte de algo, vecina y hermana de esas mujeres coruñesas que salen a llenar las calles. Las veo desde mi otra ciudad (Ferrol) llena también, más que el año pasado, de mujeres y hombres que reclaman igualdad y justicia. Esa red de periodistas que creamos el año pasado precisamente a partir de aquel 8M histórico nos hace llegar imágenes de toda Galicia, de calles y plazas de Vigo, de Ourense, de Santiago, de Pontevedra... Y las amigas, las mujeres de mi vida que viven más lejos, en Madrid, envían felices también a través del teléfono (bendito sea) lo que ven ese momento atrapadas entre Colón y Cibeles en una nube morada de lucha y de fiesta.

Esta, me dirán, no es una crónica coruñesa. En realidad podría ser ferrolana, o viguesa, o madrileña. Incluso desde Málaga me reenvían un cartel visto en el Obelisco. Es la crónica de una ola en nuestras calles y en todas. Del orgullo de ver las plazas que una ha pisado en algún momento de su vida llenas de la fuerza de las mujeres hartas. De ninguneo, de machismo, de paternalismo y de mansplaining. De violencia y de muerte (tres mujeres más en tres días. ¡Ni una más!), de techos de cristal y suelos pegajosos, de brechas salariales y de condescendencia. De «neniñas» y de cruzar la calle con miedo. De mujeres y hombres y viceversa que no entienden o no quieren entender que esto no excluye a nadie, solo a los violentos... a los de todo tipo y pelaje, que para serlo no hace falta levantar la mano.

Con qué orgullo de ciudad reenvío yo a Madrid la imagen del Obelisco y de esa manifestación que se desdobla por San Andrés, que colapsa el tráfico y llega a Tabacos porque a dónde llegar si no, siguiendo a la Pardo Bazán.

Con qué fuerza acabo yo una marcha que empecé sola y que terminé rodeada, física y virtualmente. De mujeres que conozco, que quiero y admiro, y de desconocidas que hacen que en un momento especialmente duro no me sienta sola. No lo estás, llega un audio. Y es verdad. Formo parte de una ciudad, una red de ciudades, que levantan y construyen cada día las mujeres. Como decía un cartel en el Obelisco, no somos histéricas. Somos históricas.