El centro cultural ferrolano inaugura este viernes una muestra dedicada a la última etapa del pintor y poeta
06 feb 2019 . Actualizado a las 10:24 h.Para el ya fallecido almirante Miguel Ángel Fernández y Fernández (Vigo, 1940-Ferrol, 2016), la jubilación supuso el inicio de una etapa artística llena de descubrimientos. Liberado ya de las obligaciones laborales, en su luminoso taller de A Graña se dedicó a explorar nuevas técnicas, a experimentar con el color, a investigar con la paleta la figura humana... Y, sobre todo, a producir y producir sin tregua ni descanso. «Miguel era un fiera que trabajaba como un loco, por eso su última etapa fue tan prolífica: a las nueve de la mañana se marchaba al estudio y no volvía a casa hasta las nueve de la noche», recuerda con mirada melancólica su viuda, Margarita Orduna Vela, frente a Roja Nerga, uno de sus cuadros preferidos.
La colorida estampa de la playa pontevedresa forma parte de la muestra Miguel Á. Fernández, interpretacións de madurez, una exposición que reúne noventa obras de su última etapa artística (entre el 2005 y el 2015), cuando el «yanqui» -como lo llamaban cariñosamente muchos amigos por su aspecto «americano»- se dedicó a escudriñar nuevos caminos creativos. Y así, de la acuarela, que era tal vez por lo que más lo conocía la gente, pasó a reinterpretar la pintura con otras técnicas y nuevos estilos, sin poner nunca límites a su enorme curiosidad. «A él le aburría hacer siempre lo mismo y por eso le gustaba investigar y probar nuevas cosas», anota la viuda del poeta y artista.
De esa permanente evolución es un fiel reflejo la muestra del Torrente, en la que se pueden encontrar desde paisajes «academicistas» al estilo de la escuela ferrolana hasta otros llenos de color y con tintes impresionistas, pasando por algunos de trazos geométricos y hasta un rincón especial dedicado a la figura humana, donde la paleta de Fernández sorprende al visitante con las alegres Chicas liberadas que captaron la atención del artista en Nueva York, pero también -y sobre todo- con cuadros que hablan de la soledad o la violencia social. «Cando a un lle falan dun militar pintor, enseguida pensa en mariñas, pero nunca nun cadro que retrata o botellón ou unha carga policial», advierte en referencia a dos de las obras expuestas en este espacio José Manuel Liñeira, coordinador de la muestra y monitor didáctico del Torrente.
Fueron él y el propio concejal de Cultura, Suso Basterrechea, quienes se ocuparon de seleccionar las obras que cuelgan ya de las paredes del centro cultural, una tarea que, en palabras de Liñeira, no fue nada fácil, porque «había moito e moi bo». Tanto es así que algunas obras tuvieron que quedarse fuera del proyecto, como la serie de músicos de jazz, muy apreciada por Margarita Orduna. Pero la viuda del almirante no se queja. Está más que contenta con el resultado. Y confía en que este viernes el Torrente se llene de visitantes para descubrir a ese «otro Miguel» que hizo de la evolución todo un arte.