Los castillos visitables de la provincia de A Coruña se afianzan como reclamos turísticos

CHEMA CORRAL FERROL / LA VOZ

FERROL CIUDAD

ANGEL MANSO

Las fortalezas incrementan su tirón entre el público tanto en las ciudades como en las pequeñas villas

04 feb 2019 . Actualizado a las 08:44 h.

Nobles, asedios, guerras... La provincia coruñesa, especialmente la zona costera, permite, con un poco de imaginación, hacer un auténtico viaje a otras épocas. El litoral está jalonado de fortificaciones que, tras siglos sin su uso original, afrontan una segunda vida ligada al sector turístico.

Una ojeada al listado oficial de Bienes de Interés Cultural de la Xunta permite rastrear algo más de medio centenar de monumentos en la categoría «castillos» en la provincia. Aunque un vistazo más detenido permite discernir entre fortificaciones, torres, baterías militares.... Buena parte de ellas, en condiciones ruinosas.

La ciudad naval, y su comarca, por aquello de la protección de la base militar, se muestra como una auténtica potencia en este terreno. Aunque el área metropolitana de A Coruña le va a la zaga. El castillo de San Antón, reconvertido en Museo Arqueolóxico a finales de los sesenta, tras su reforma y adaptación, representa un caso paradigmático del cambio de uso. Con interés por sí mismo, se ha convertido en uno de los reclamos del turismo cultural de A Coruña. Y así, como apuntan desde el propio centro, el equipamiento cultural cerró el pasado año rozando la barrera de las 73.000 visitas.

Menos concurrido, pero igualmente cuidado, se encuentra el castillo de Santa Cruz, en Oleiros, volcado desde hace años en la divulgación ambiental - es la sede del CEIDA- e igualmente abierto al público. Otro ejemplo de manual.

A San Antón le seguiría, en un hipotético ránking de castillos con gancho turístico, el de San Felipe, situado en la boca de la ría de Ferrol, justo enfrente del mugardés de La Palma. Con 48.000 metros cuadrados de superficie, la fortificación de titularidad municipal se ha convertido en el monumento más visitado de la ciudad naval. Según detalla la edila ferrolana de Patrimonio, Rosa Méndez, sumó en 2018 unos 40.000 visitantes. 

Inmuebles emblemáticos

Aunque, sin duda, donde el poderío de las fortalezas se deja sentir con más fuerza es en las villas y pequeños municipios. Localidades como Vimianzo, con su céntrico castillo medieval, que acoge la muestra de artesanía en vivo, completó el año con cifra récord de visitantes: 37.330. Otro tanto sucedió en Pontedeume, con el fortín de los Andrade que, en los tres meses que abre al público (Semana Santa y verano), recibió a 5.490 personas; o con el restaurado castillo de Moeche, propiedad de la Casa de Alba, que experimentó un crecimiento del 29 %, pasando de 3.630 visitantes a 4.690, casi cuatro veces la población del municipio.

San Felipe, buque insignia de la candidatura de Ferrol a Patrimonio Mundial

Es, sin duda, el emblema de la propuesta denominada «La Ciudad de Ferrol: Puerto de la Ilustración» a Patrimonio de la Humanidad. El castillo de San Felipe, situado en la parte norte y más estrecha de la ría, fue clave en la defensa costera de la base militar, junto a los castillos de la otra orilla (La Palma y San Martín), con los cuales cruzaría su fuego artillero y tendría una cadena para impedir el acceso a las flotas enemigas.

Esta auténtica joya del patrimonio de los siglos XVI a XVIII, emerge como el baluarte turístico por excelencia de la ciudad, a pesar de que su estado de conservación dista de ser óptimo. Admite la responsable de Patrimonio de Ferrol, Rosa Méndez, que afrontar una recuperación integral resultaría inviable para las arcas locales, aunque pone en valor las sucesivas mejoras realizadas. La limpieza completa de la batería baja, el cambio de la puerta de entrada, los trabajos de consolidación en la Casa del Gobernador y la rehabilitación del edificio Cureñas son algunos hitos de este mandato.

«No se puede comparar San Felipe con San Antón, muchísimo más pequeño», defiende Méndez, que insiste en la necesidad de seguir avanzando en la puesta a punto. El Concello opta de nuevo a las ayudas del programa «1,5 % cultural» y, de inmediato, contratará las obras de conservación de la batería alta y el pavimento exterior. «No tendría sentido optar a la declaración de Patrimonio Mundial sin invertir en su mejora», concluye.

Rocha Forte, la antigua fortificación que Santiago «esconde» a sus turistas

No figura entre las visitas imprescindibles de los turistas y peregrinos que toman cada día la ciudad del Apóstol. Es más, son contados los visitantes que saben que Santiago tiene un castillo, o más propiamente, los restos de una fortaleza medieval. Rocha Forte, en Conxo, es un auténtico desconocido tanto para los locales como para los foráneos.

«Hace veinte años, cuando empezamos, aquí no se veía ni una piedra», explica Carlos Delgado, presidente de la Asociación Cultural Rocha Forte, auténtica impulsora de las excavaciones llevadas a cabo desde principios de siglo para recuperar del olvido el castillo. La fortaleza, como explica la web de Rocha Forte, fue construida en el siglo XIII, siendo residencia del arzobispo de Santiago y bastión militar. Fue destruida desde los cimientos por los Irmandiños y posteriormente expoliada y olvidada.

«Fue uno de los castillos más importantes de Galicia, pero solo estuvo en pie poco más de 200 años. Y la mejor piedra acabaron llevándosela para la catedral», explica Delgado, quien lamenta el estado de abandono en el que se halla el yacimiento, años después de las últimas prospecciones, comido por la vegetación y con un cierre completamente deteriorado.

Convencido del atractivo y de las posibilidades de la fortaleza, exige al Concello que invierta de una vez la subvención de la Unión Europea, concedida para proseguir con la restauración e investigación y para acondicionar el entorno, construyendo un espacio de aparcamiento. La entidad reclama además la recuperación de las visitas guiadas que, en su día, resultaron un éxito.

Algunos fortines se saltan la norma sobre bienes de interés cultural

Que la inclusión en el listado de Bienes de Interés Cultural no garantiza ni la conservación ni el acceso a los castillos es un hecho. Buena muestra de ello es lo sucedido durante años en la localidad de Mugardos, donde se levanta el imponente castillo de La Palma, popular en su día por haber sido una de las cárceles militares donde cumplió condena el golpista Tejero.

El Concello lleva tiempo batallando para conseguir que se cumpla la Lei de Patrimonio y que el fortín, en manos de un grupo inversor que justo antes de la crisis pretendía reconvertirlo en un hotel de lujo, cumpla con el mínimo de aperturas al público gratuitas que establece la ley: al menos cuatro días al mes, durante un mínimo de cuatro horas al día, lo que supone un total de 192 horas al año. En 2018, lo consiguió a medias. El calendario de visitas estivales atrajo a un total de 2.300 personas, existiendo lista de espera en los momentos álgidos del verano, y puso negro sobre blanco la necesidad de medidas urgentes para frenar su deterioro. Ahora, el Ayuntamiento ha solicitado a la Dirección Xeral de Patrimonio que inste a los dueños a actuar antes de que sea demasiado tarde.

Aunque lo que ocurre con la fortaleza mugardesa no es ni mucho menos la excepción. En Cee, una plataforma pelea desde hace años, incluso con el reconocimiento de la Valedora do Pobo, por conseguir la apertura del castillo do Príncipe, también en manos privadas.