Y es que Fernando no solo vivió las juras desde el otro lado, sino que él también pasó por la suya, como civil, en el Cuartel de Instrucción de Ferrol. «Viví muchas, pero la mía fue la que más sentí», cuenta. Sobre estas jornadas añade que también son de «mucha tensión primero y mucho relax después» para los merineros, pero que «lo bonito está por encima de todo».
Él, como otros hosteleros, tiene claro que los actos así repercuten en la economía de la ciudad, por lo que desearía que se repitiesen cada menos tiempo.