El navegante demostró que «una cosa que aparenta tener mucha dificultad puede resultar fácil»
19 ene 2019 . Actualizado a las 18:42 h.En otros artículos hemos comentado antiguas creencias, supersticiones y en general historias o leyendas míticas que rodean el mundo de los mares y la vida de los marinos de todas las épocas.
No cabe duda de que en nuestros tiempos actuales, tan avanzados o adelantados en la ciencia y en las nuevas tecnologías, subsisten no obstante muchos misterios y secretos que guardan relación con el mar, que el ser humano todavía no es capaz de desentrañar, lo que en algunos casos hace que ciertas leyendas o supersticiones todavía tengan aceptación entre las gentes de toda condición.
Precisamente porque en el pasado las comunicaciones no eran adecuadas a la hora de transmitir los avances y descubrimientos alcanzados desde el Descubrimiento del Nuevo Mundo por Colón, después de aquella gran hazaña histórica que protagonizó nuestro Almirante y durante mucho tiempo en adelante, ocurría que había navegantes que seguían creyendo que el mar se acababa en el horizonte, lo que se conocía como «finisterrae», y que más allá de aquel límite sus barcos se despeñarían al vacío.
Una de las historias más curiosas que rodean la vida de Cristóbal Colón es la que se conoce como «el huevo de Colón». Según la crónica del humanista Benzoni, parece ser que Colón, tras regresar de su primer viaje a las Indias en el que descubrió realmente un nuevo continente, en cierta ocasión compartió almuerzo con varios nobles en la ciudad de Sevilla, cuando varios de ellos le quitaron mérito a su gesta alegando que si él no lo hubiera hecho, seguramente otros lo habrían conseguido también, dando a entender que su aventura al fin y al cabo no era para tanto. Ante semejante afirmación, Colón, hombre pragmático donde los haya, quiso demostrar con un ejemplo que aquellos estaban equivocados. Pidió al tabernero que les atendía que le trajese un huevo y retó a sus contertulios a ver si eran capaces de colocarlo en posición vertical sin que se cayese. Obviamente ellos tuvieron que desistir de su empeño pues el huevo se caía una y otra vez. Fue así cuando le llegó el turno a Colón, que golpeó sutilmente uno de los extremos del huevo y, al «achatarlo», logró mantenerlo de pie ante el asombro de todos.
La moraleja que extraemos de esta anécdota nos enseña que, a veces, «una cosa que aparenta tener mucha dificultad resulta ser fácil al conocer su artificio», o como otro autor afirmó «es intentando lo imposible cuando se consigue lo posible».
Un hombre valiente
Con ello queremos destacar que Cristóbal Colón fue realmente un hombre valiente de su tiempo, no un loco visionario como algunos pretendieron hacer creer, pues en su época él fue el único y el primero que se atrevió a lanzarse a la «Mar tenebrosa», navegando hacia poniente en busca de nuevas tierras. Solo después de lograrlo con éxito y darlo a conocer, los europeos se animaron a seguir su ejemplo.
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