O Parrulo ya tiene tercera generación

Álvaro Alonso Filgueira
ÁLVARO ALONSO FERROL / LA VOZ

FERROL CIUDAD

CEDIDA

La nieta de los fundadores, Malena Martínez Díaz (18 años), se prepara para el relevo en el prestigioso Basque Culinary Center

07 ene 2019 . Actualizado a las 21:25 h.

Una pequeña tienda de ultramarinos fue la raíz de O Parrulo hace ya 60 años, de la mano de Julio Martínez Vidal y Celestina Martínez, que poco después convirtieron el establecimiento en restaurante. Su único hijo, Julio, mantiene la ola del negocio, un referente en la carretera de Catabois. Sin embargo, el relevo ha empezado a llamar a su puerta y tiene un nombre propio: Malena Martínez Díaz (Ferrol, 18 años), que pronto podría convertirse en la tercera generación parrula. «Claro que nos gustaría, tanto a sus abuelos como a mí, porque si no hay continuidad, estamos abocados a cerrar las puertas o a traspasarlo», valora su padre, que ha apoyado el inicio de sus estudios superiores en el prestigioso Basque Culinary Center.

Lo cierto es que cuando Malena era pequeña quería estudiar Diseño de Moda y, ya más mayor, optaba por Derecho. «Pero al final no me vi ni estudiándolo ni trabajando de abogada», dice. Y aunque querer coger las riendas del restaurante no fue vocacional, ha empezado a serlo. «Pensé: “Tienes un restaurante que está genial en casa y llevas toda la vida haciendo todo por tu familia. Piensa en todo lo que trabajaron tus abuelos para conseguir que O Parrulo fuera lo que es ahora. Mi padre lo siguió y ahora, ¿te vas a ir a darle dinero a otra gente que no sabes ni quién eres? Entonces, céntrate, no te hagas ilusiones y estudia una cosa que, además de que te va a servir, te va a gustar”», reflexionó para sí misma.

Así que, una vez acabó el Bachillerato y pasó las pruebas de acceso, pasó a formar parte del prestigioso centro de San Sebastián, donde estudia el grado de Gastronomía y Artes Culinarias. Julio siempre lo había tenido como referencia y «aún encima» la ciudad donostiarra cautivó a su hija. El sitio es muy conocido, entre otras cosas, por las veces que sale en MasterChef, pero Malena explica que «no todo es cocina». «A mí, por ejemplo, no me encanta estar entre los fogones, aunque cada vez me vaya gustando más. Donde más cómoda me siento es de cara al público, pero la clave es ir aprendiendo un poco de todo», expresa.

Está en el primer curso de los cuatro que hay, con un programa de clases muy completo. Alternan dos semanas de teoría con otras tantas de práctica, con talleres de cocina, pastelería, sala y preelaborados. «Se lleva muy bien, no se hace pesado», dice. De hecho, ahora que ha vuelto por Navidad, ya ha habido más de un «papá, esto está mal, hay que hacerlo de esta manera».

En el futuro ya piensa en darle a O Parrulo «un toque más innovador, porque es muy, muy, muy tradicional», aunque «sin perder la esencia, porque está bien como es». «No me gustaría hacer algo que a mí ya no me gusta», opina sobre la cocina más moderna. «Al tener los cimientos, lo tendrá más fácil que sus abuelos y que yo para sacarlo adelante. Pero claro que tiene que darle su toque, siempre sin perder la línea tradicional y sin florituras», argumenta Julio. Además, puede que Alberto, su hermano mayor, le ayude en la parte económica.

«La clave es encontrar una forma de trabajar que no sea esclava. Es pensar en continuar con O Parrulo y ya siento lo orgullosos que van a estar de mi. Me hace mucha ilusión poder seguir con algo tan familiar que llevo viendo desde pequeña», concluye.

«Los profesores son exigentes, pero también muy positivos»

Después de enviar la solicitud, Malena tuvo que pasar una entrevista personal en Madrid. Allí le preguntaron por sus competencias y el nivel de exigencia que se pone a sí misma. Además, con otros compañeros tuvo que elaborar un proyecto de restaurante y diseñar un menú de boda con plastilina. Todo habiendo aprobado la Selectividad y demostrando un buen nivel de inglés. Al final, fue una de las elegidas -son un centenar de alumnos nuevos-, cuando unas trescientas personas se quedaron fuera.

La ferrolana asegura que el sitio «es como un colegio, te conoce todo el mundo» y que «no parece una carrera, por lo bien que te lo pasas». Entre lo aprendido, conserva los consejos de Pedro Subijana. Mientras, las cocinas «son iguales que las de un restaurante de estrella Michelin» y los profesores «son exigentes, pero también muy positivos».