«Desde niña no soporto las injusticias y con casi 81 años sigo luchando»

FERROL CIUDAD

JOSE PARDO

Gelines estuvo en prisión en los años 60 por liderar protestas laborales y sigue defendiendo causas que considera justas

01 dic 2018 . Actualizado a las 13:42 h.

Gelines Rivera Torres es una integrante muy activa de Stop Desafiuzamentos de Ferrolterra y cuando está a punto de cumplir los 81 años -será en marzo-, según ella misma recalca, no falta a ninguno de los actos convocados en apoyo de personas que están a punto de ser desahuciadas. Ayer mismo, megáfono en mano y coreando consignas como «Nin xente sin casas, nin casas sin xente», participó en una concentración ante los juzgados de Ferrol  en defensa de una vecina de Caranza en paro con dos hijas de 7 y 9 años que tendrá que dejar la vivienda por impago del alquiler.

«Desde niña no soporto las injusticias y con casi 81 años sigo luchando», manifestó a este periódico una mujer que incluso estuvo en prisión en los años 60 por liderar protestas en la empresa en la que trabajaba, la desaparecida Pysbe, que se dedicaba a la salazón de pescados. En un rápido repaso por su vida, Gelines relató que con 12 años ya comenzó a trabajar ayudándole a una mujer de San Mateo que repartía la leche en Ferrol con un carro de caballo. Cuando cumplió los 14 entró a trabajar en la Pysbe y llegó a ser delegada sindical en la que define como «una fábrica de esclavos». En esta línea, apunta que había gente que llevaba allí 15 años o más, «pero antes de finalizar el año siempre nos despedían, para que pudiéramos disfrutar de las navidades, nos decían, y en enero volvíamos todos».

Las condiciones laborales también eran muy malas, según recuerda Gelines, que se autodefine como «socialista de toda la vida», y en 1967 lideró una huelga, cuando la empresa pretendía despedir a 230 mujeres. «Le pedí a Rafael Pillado que me hiciera unas octavillas y las metí en las taquillas, nos pusimos en huelga y nos fuimos en manifestación hacia el ayuntamiento, donde ya nos estaban esperando los grises», relata, añadiendo que, valiéndose de su pequeña estatura, intentó colarse entre los policías, pero uno se lo impidió. «Me dio una tunda tremenda, pero yo me defendí. Tuve que saltar más de medio metro para llegarle a la cara y con las uñas lo dejé como un nazareno, además de arrancarle los galones y todos los botones». Como consecuencia de ello fue detenida, pasó tres meses en la antigua cárcel de Caranza, de la que salió porque sus compañeras le pagaron la fianza, y fue juzgada en Madrid por un tribunal público, siendo condenada a un año de prisión por atentado a la autoridad y cumplió la pena en la cárcel de A Coruña.

El resultado de aquella huelga fue que los trabajadores de la Pysbe pasaron a ser fijos, incluida ella, aunque tuvo que volver a luchar por su puesto, con el respaldo de sus compañeras. Solo estuvo tres meses y después se marchó a Paris, donde permaneció veinte años y ejerció como delegada sindical en el hotel en el que trabajaba.