El pecio de Exponav, una «broma» pesada del siglo XVIII

FERROL CIUDAD

JOSE PARDO

Los orificios que dejó el gusano conocido con este nombre es el principal rasgo de la pieza más preciada del museo, los restos de la fragata Santa María Magdalena, que han empezado a ser restaurados

16 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La broma, o por su denominación científica teredo navalis, fue una auténtica pesadilla para los barcos del siglo XVIII. Un molusco alargado, con forma de gusano, que agujereaba los cascos de los navíos de madera y los dejaba como un enjambre. Esa temida huella se aprecia a la perfección en el pecio de la fragata Santa María Magdalena, la pieza más preciada del Museo de la Construcción Naval, perteneciente a Exponav. Ahí, estudiando prácticamente cada orificio y todo el resto de detalles, se encuentran desde el martes dos especialistas, implicados en una restauración que llevará un mes y medio.

«Después del proceso de selección, desembarcamos, nunca mejor dicho, aquí, aunque ya llevamos varios meses estudiando el precio», explica Uxía Aguiar (Lugo, 36 años), restauradora de la empresa lucense Parteluz, que trabaja con Pablo Porral (Santiago de Compostela, 39 años). «La pieza forma parte de la exposición, pero los materiales no están estabilizados. En su día se trató el trauma de salir del mar y volver al oxígeno a la tierra -cuando se recuperó del agua-, pero a partir de ahí los metales siguieron su curso de corrosión activa», explica Uxía. Además, la carcoma en este momento es uno de sus potenciales enemigos.

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Mientas, el teredo navalis, un insecto xilófago -come madera-, dejó zonas que llaman la atención con «algo de descohesión». El gusano se inoculaba casi siempre en las aguas calientes del Caribe en barcos como este, construido en Ferrol, que no estaban preparados para ello. Existen galerías «enormes», en palabras de Uxía, que señala unas vainas blancas, procedentes de la piel que mudaban los gusanos.

JOSE PARDO

Cada uno de estos detalles los están plasmando en un plano, teniendo en cuenta que primero hay que documentar y mapear tanto los materiales como las lesiones del pecio. «Una vez esté listo esto, empezaremos a restaurar. Vamos a hacer una limpieza general y después aplicaremos un tratamiento de consolidación de la madera. En cuanto a los metales, se van a limpiar, inhibir las capas oxidadas y también a proteger. Son, de hecho, la parte más complicada porque tienen un componente de actividad química muy potente», apunta la especialista.

La intervención concluirá con la instalación de nuevos soportes para que todos los apoyos que sostienen la estructura sean de madera tratada. Además, se colocará algún elemento de protección para evitar que los visitantes toquen los restos. Todo está financiado a través de un convenio con la Xunta, con un presupuesto de 20.000 euros.

«Es una pieza que se trata como un bien arqueológico, por lo tanto, con criterios de restauración que obedecen a las piezas de arqueología: intervención mínima y conservación de cualquier elemento que pueda ser motivo de estudio», añade Uxía, que subraya que «siempre hay que respetar a la pieza».

Lo que queda claro es que tanto ella como Pablo están muy felices de trabajar en Exponav. «Sí que es muy especial, nos lo vamos a pasar genial, un pecio es muy difícil que te toque», dice ella. «Es una pieza singular», agrega él. En Galicia lo más habitual es restaurar arqueología romana y castrexa, además de pintura mural y escultura policromada. Por el momento, ya se han llevado la sorpresa de encontrarse textiles como parte del barco, que entonces se usaban para sellar las juntas a modo de calafateado.

Naufragio en 1810 y recuperación en los años setenta

 

JOSE PARDO

En el museo se conservan fragmentos de la proa (roda) y de la popa (codaste, curva coral y dos trozos del forro) de la Santa María Magdalena, construida en las gradas de Esteiro, en Ferrol, hasta 1773. El naufragio se produjo, en la zona de Viveiro debido a un temporal, en la noche del 2 al 3 de noviembre de 1810, en un suceso en el que hubo más de medio millar de bajas, contando también las del bergantín Palomo.

Fue en los años setenta, hace medio siglo, cuando la Armada española recuperó el pecio, además de un centenar de elementos que se encuentran expuestos en el vecino Museo Naval de Ferrol, donde también hay una reproducción.