Blanco y negro

José Varela FAÍSCAS

FERROL CIUDAD

30 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Uno de los combustibles altamente inflamables que ornaban la argumentación revolucionaria de los jóvenes cuando yo lo era, joven, quiero decir, se centraba en la esencia del capitalismo: la desigualdad entre individuos y entre territorios. Aquí, cerca de Ferrol, teníamos un ejemplo de manual (Marta Harnecker sin ir más lejos): As Pontes: reunía los trazos más bastos de una industria de enclave. La extracción de los recursos naturales del lugar para alimentar la mayor térmica de carbón de España desencadenaba, además del beneficio que perseguía, el sabido catálogo de inconvenientes. Resumiendo, no expandió un desarrollo armónico en su entorno (As Pontes es el municipio gallego con más lugares deshabitados), difundió miles de toneladas de gases tóxicos, y, que es el punto al que quería llegar, disculpen el demagógico preámbulo, no impidió que hasta hace nada algunas viviendas próximas a la central carecieran de luz eléctrica. Más que una paradoja, es el más puro sarcasmo capitalista, y, como tal, una injusticia explicable en términos de rentabilidad económica. Hay otras desigualdades no tan explicables sin recurrir a la psicología. No lejos de Ferrol, en Pontevedra, una iniciativa municipal de puro sentido común despierta tal admiración que su alcalde acaba de regresar de Brasil donde detalló a los habitantes de Iguazú el proceso de peatonalización del casco histórico pontevedrés. Aquí, en Ferroliño, lo más granado de la derecha, con la patronal comercial como entusiasta falange, sigue obcecado en un debate trasnochado, antiguo, ahistórico e inútil para oponerse -¡en el siglo XXI!- a la peatonalización del barrio de la Magdalena. Y aun se creen modernos.