El legado humano de Alfredo Martín

beatriz antón FERROL / LA VOZ

FERROL CIUDAD

CESAR TOIMIL

Fue un artista, un mago, un hacedor de sueños ... Pero, sobre todo, para su hija, el admirado belenista fue un «hombre bueno» que iluminó la vida de mucha gente

26 sep 2018 . Actualizado a las 10:08 h.

Ha pasado solo un mes. Todo resulta aún muy doloroso. Pero Ana Martín (Ferrol, 1974) saca fuerzas de flaqueza para hablar de su padre, el admirado belenista Alfredo Martín, fallecido a finales del pasado mes de agosto. Por un lado, Ana quiere dar las gracias a la gente de Ferrol por todas las muestras de cariño y apoyo que ha recibido su familia en estos duros momentos. Pero también quiere que se sepa que el Belén de la Orden Tercera -una de las grandes obras de su padre- no va a acabar guardado en ningún almacén. «Van a ser las Navidades más tristes de mi vida, pero tenemos que estar ahí, por él. Nuestra intención es que el belén vuelva a abrir sus puertas y siga siendo lo que siempre fue», dice emocionada.

Por eso, estos días, tanto ella, como su hermano Alfredo -los dos profesores de Historia, ella en Las Discípulas, y él en la Universidad de León-, junto con su madre y los hermanos Israel y Jordán de la Vega -los jóvenes que mueven los hilos y hacen posible que el belén cobre vida cada Navidad desde hace ya diez años- trabajan a destajo para restaurar las figuritas y arreglar sus vestiduras. «Además, ya casi están finalizando los trabajos de renovación de la estructura sobre la que se asienta el belén y que hemos podido llevar a cabo gracias a una subvención de la Secretaría Xeral de Turismo», explica Ana, al tiempo que destaca que esta es la primera subvención pública que recibe el nacimiento en sus 75 años de historia.

La hija de Alfredo Martín habla con admiración de la obra artística de su padre: de ese mágico poblado oriental que comenzó a construir con sus propias manos cuando era un muchacho de doce años, pero también de los dioramas del vía crucis de la Passio o de aquella vida de Rosalía de Castro en miniaturas. Y tampoco oculta su orgullo Ana al rememorar el papel que jugó su padre como impulsor de la Semana Santa, fundador de la Banda de Granaderos de la Orden Tercera o como ese «mago» que hizo posible que los niños de Ferrol pudiesen disfrutar de la cabalgata de Reyes tras la Guerra Civil, cuando las subvenciones para los desfiles de Melchor, Gaspar y Baltasar no existían ni se esperaban.

Pero más allá de todos sus logros artísticos, Ana Martín cree que la gran «herencia» de su padre fue el legado «humano» que dejó. «Esencialmente era un hombre bueno, que tenía el don de dejar huella en la gente y que, a lo largo de la vida, bien a través de las cofradías, de la banda o en el belén, supo dar abrigo a jóvenes y niños que estaban en la calle o viviendo situaciones nada recomendables para un chaval».

Ella ve a su padre como Edward Bloom, aquel personaje de la película Big Fish de Tim Burton, que siempre contaba historias fantásticas, plagadas de personajes todavía más fantásticos, pero que al final resultaban ser verdad. «Mi padre era así, su vida estaba llena de fantasía y tenía el poder de atraer a personajes muy curiosos y brindarles el cariño que no encontraban en otras partes. Te hablaba de alguien que tú pensabas que no podía existir y de repente aparecía por la puerta. A él nadie le molestaba», cuenta Ana con un hilo de emoción en la voz.

Tal vez por eso, por esa generosidad y por haber sido casi como un padre para muchos jóvenes de Ferrol, a muchos no les sorprende que en Change.org haya surgido una iniciativa para que la plazoleta de la Orden Tercera pase a denominarse glorieta Alfredo Martín. La petición partió de uno de aquellos muchachos a los que el artista dejó huella -Luis Lorenzo Rendueles, al que los Martín conocen como «Loren»- y suma ya novecientas firmas de apoyo. «Nos hace una ilusión loca. Es una satisfacción enorme y nos llena de orgullo, sobre todo porque viene del pueblo», dice Ana agradecida.