El aviador visionario

José picado DE GUARISNAIS

FERROL CIUDAD

NAVANTIA

23 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Ni futurólogos, magos, adivinos, echadores de cartas, pitonisas o espías del CNI. Ni los mejores espiritistas, chamanes, astrólogos o expertos tarotistas. No hay comparación posible. Para ser un genio capaz de predecir el futuro hay que reunir dos condiciones: 1) haber nacido en Ferrol, y 2) ser piloto de aviación. ¿Lo ponen en duda? La hemeroteca de la Biblioteca Nacional lo confirma. Nos presenta documentos fehacientes -reportajes periodísticos realizados en 1932- en los que se recogían las respuestas de ilustres personajes de la época, científicos, políticos, escritores, militares, toreros, artistas y gentes así a la siguiente pregunta: ¿Cómo podemos imaginar el año 2000? Pongámonos en situación. Cada interrogado tenía que predecir cómo sería su profesión, cómo se desarrollaría la ciencia que practicaba o el arte que creaba 70 años más adelante. Es como si ahora tuviésemos que imaginarnos como sería nuestra vida en la España del 2100… ¡Y no nos atrevemos a aventurar siquiera si el convenio del Sánchez Aguilera se firmará algún día, si seremos capaces de domar los adoquines, o si el triste camino de la candidatura a patrimonio mundial tendrá éxito o no!

Pues ante semejante reto consiguió un acierto pleno el aviador ferrolano Francisco Iglesias Brage. El capitán Iglesias Brage no fue capaz de ver que su proyecto de explorar el Amazonas peruano se vería frustrado, pocos años más tarde, por culpa de un alzamiento golpista y la guerra civil. Sin embargo intuyó que los vuelos España-América que tardaban 35 horas se podrían hacer en 6 ó 7, porque los aviones alcanzarían velocidades de 1.500 kilómetros por hora. Y predijo que para fin de siglo se dispondría de una especie de mapa fotográfico del mundo, porque la «fotometría aérea habrá hecho verdaderas maravillas». Y que habría serias ambiciones de las personas por salirse del planeta y viajar por el espacio. Y todo eso se cumplió, para que vean ustedes que lo de ser piloto ferrolano tenía su plus de visionario.

No tuvo tanto acierto el conde de Romanones que predijo que en el año 2000 no habría monarquías. O el torero Belmonte afirmando que las leyes agrarias acabarían con las corridas de toros. El doctor Gregorio Marañón estaba seguro de que no se moriría nadie por enfermedades infecciosas y sólo habría enfermos del sistema nervioso, el corazón y las arterias. Eduardo Zamacois estaba convencido de que a finales de siglo no se podría producir una vergüenza semejante al rechazo de la RAE a Emilia Pardo Bazán por su condición de mujer. Por su parte, Ramón del Valle-Inclán contestaba: «Si yo supiera como va a ser la literatura del año 2000 ya la estaría haciendo». Y es que donde hay genio, hay genio.