El bailarín «versátil» sopla las velas

beatriz antón FERROL / LA VOZ

FERROL CIUDAD

CÉSAR TOIMIL

Hace ya tres lustros que Suso Pérez Lago abrió las puertas de una academia en la que impera la fusión de estilos y un modelo educativo basado en «el respeto y el cariño»

22 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Aquel muchacho que bailaba entusiasmado moviendo las pies al ritmo de muiñeiras, fandangos y jotas en Terra Meiga es hoy un hombre de 56 años que se confiesa «feliz» de poder dedicar su vida a la danza. «Feliz y muy afortunado, porque vivir de esto siempre ha sido muy complicado», comenta Suso Pérez Lago (Ferrol, 1962), quien en este 2018 celebra el décimo quinto cumpleaños de la escuela de danza que lleva su nombre en la calle Fontaíña del Ensanche A.

El profesor vive este cumpleaños con mucha alegría, pero también con una pizca de nostalgia, porque, desde hace ya cuatro años, Suso tiene que contentarse con ver los toros desde la barrera. «En el 2014 tuve un accidente de tráfico que me cambió la vida. Me fracturé el cráneo y me lesioné el cuello, el hombro y la espalda y, desde entonces ya no puedo bailar ni dar clases. Al principio fue todo muy duro, pero con el tiempo he aprendido a disfrutar de la danza de otra forma, desde la dirección de mi escuela», comenta Suso Pérez Lago.

Que esa transición se produjese de forma tranquila y sin sobresaltos se debió en gran parte a la profesora Sandra Anca Seoane, a la que Suso considera ahora su «mano derecha», quien se hizo cargo de las clases tras aquel fatídico accidente de tráfico. «Yo necesitaba a alguien que fuese capaz de seguir la línea que llevaba la escuela hasta entonces y con Sandra el entendimiento fue pleno desde el primer momento. Ella tuvo mucha paciencia conmigo, porque al principio me costó mucho delegar, pero al final conseguimos formar un equipo muy bien engrasado», explica Pérez Lago.

Ahora, con él en la dirección y ella en las aulas, la academia mantiene la personalidad que siempre ha tenido. «Tomando como base la danza clásica, a lo largo de estos quince años mi escuela se ha caracterizado por la fusión de estilos -desde el jazz al contemporáneo pasando por el clásico español- y por un modelo pedagógico basado en el respeto y en el cariño», señala Suso, al tiempo que recalca que «no hace falta sacar el látigo» para avanzar en el aprendizaje. «Es cierto que la danza requiere mucho esfuerzo y disciplina, pero yo nunca he sido partidario de los gritos ni de la agresividad», reflexiona el maestro.

Lo de su gusto por la fusión, explica a continuación, procede de su propio recorrido vital y profesional. Porque, aunque Pérez Lago comenzó a flirtear con la danza desde el folclore -sus primeros pasos los aprendió en Terra Meiga y en el Etnográfico Ferrol-, su curiosidad lo llevó a formarse en otras muchas disciplinas. Cuenta que la danza clásica la descubrió con Marigel Fernández en Ferrol, de ahí dio el salto al Rey de Viana y, poco más tarde, decidió poner rumbo a Madrid y Barcelona -donde vivió durante más de diez años-, para seguir formándose en jazz, contemporáneo, moderno, clásico español, claqué y bailes de salón, al tiempo que compaginaba las clases con su trabajo en compañías como Dansteather.

Ese bagaje hizo de él un bailarín «versátil» y, un buen día, con todas experiencias en la maleta, decidió volver a su ciudad natal para poner en marcha su propia escuela. Pérez Lago recuerda que comenzó con solo quince alumnas y hoy en día cuenta ya con cincuenta, aunque hubo un tiempo en que llegó a tener setenta. Habla de su alumnado en femenino, aunque advierte que en su escuela nunca han faltado varones dispuestos a demostrar que la danza también es cosa de chicos. «Siempre han sido pocos, eso es verdad, porque, aunque parezca mentira, en esto no hemos avanzado mucho. Al igual que ocurría en mi época, la gente sigue viendo como algo raro que un niño vaya a clases de danza», dice apesadumbrado.

Los beneficios

Pero aquel muchacho que con doce años bailaba entusiasmado al ritmo de muiñeiras, fandangos y jotas no se rinde. Y sigue proclamando con vehemencia que la danza es para ellas y para ellos y que todo el mundo puede sacar provecho de sus beneficios. «Además de ser un ejercicio físico muy completo, lo más valioso de la danza es que te permite tener un momento contigo mismo para expresar todo lo que sientes a través del movimiento. Esa sensación es única».