El cronómetro municipal

José Picado DE GUARISNAIS

FERROL CIUDAD

08 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Alguno de ustedes se acordará de la celebración que tuvimos en estas páginas -que hasta tomamos unos guarisnais- cuando nos enteramos de que la corporación municipal había comprado un sonómetro. Qué bien, pensamos, los señores concejales se han escuchado a sí mismos y, a la vista del malsonante resultado, habrán decidido medir los decibelios para, al menos, no hacer tanto ruido que altere el sueño de los vecinos. Porque los plenos municipales, como es sabido, eran nocturnos, largos, tediosos, improductivos e interminables. No se ponía fin cuando se llegaba a acuerdos sino cuando los señores políticos decaían por cansancio, aburrimiento, fatiga o sueño. O todo al mismo tiempo. 

Ahora sabemos que al sonómetro le acompañará el cronómetro. Ferrol, este nuestro Ferrol ilustrado, racional, científico y lógico, no podía figurar en los anales del municipalismo como un Ayuntamiento incapaz de medir el tiempo. Sea este el tiempo municipal, el tiempo político, el tiempo de los reproches, del «y tú más», de la descalificación o del enfrentamiento partidario. Los plenos municipales tendrán fecha y hora, se sabrá cuando empiezan, de cuánto tiempo dispondrán los señores portavoces para defender sus posiciones, y se sabrá cuándo deben finalizar. Se acatarán las normas, similares a las de otros foros municipales y autonómicos, con disciplina y autocontrol, o, en su defecto, estarán expuestos a que el alcalde Suárez toque la campana cual señor Cicuta en el 1,2,3 (¡cómo pasan los años!). Porque el alcalde Suárez será, según parece, el medidor del tiempo, tarea noble que recoge la tradición de los Antelo, padre e hijo, creadores de máquinas para relojes de torre en toda Galicia e incluso del mecanismo de relojería del faro de la Torre de Hércules. Y la de los oficiales de derrota, custodios de los cronómetros marinos imprescindibles para el cálculo de la longitud y el correcto posicionamiento de los buques en la mar. Y la de los marinos de los CIC encargados de dar el «top» con sus cronómetros para correr la milla y medir la velocidad que podría alcanzar el buque. Pero también podrá el alcalde Suárez aplicar (y aplicarse) aquel aforismo de Baltasar Gracián: lo bueno, si breve, dos veces bueno. El cronómetro municipal será, por todas estas razones, una pieza clave en el devenir ferrolano. Incluso podrá trascender a su utilización en los plenos para medir, objetiva y científicamente, cuánto tiempo transcurrirá hasta que se frene la sangría demográfica, se adecente la plaza de Armas, se avance en la peatonalización del casco histórico, se ponga en valor Ferrol Vello o se recupere la parcela del Sánchez Aguilera. Que ya va siendo hora.