Carlos Cobelo, farmacéutico: «Estamos muy orgullosos de fórmulas que hemos ido mejorando durante años, como una crema podológica»

B. A. FERROL

FERROL CIUDAD

Estevo Barros

Covelo es hijo de los farmacéuticos Mari Carmen Romero y Carlos Cobelo y trabaja en el despacho de Caranza con otras dos boticarias: Pilar Barreiro (su mujer) y Zaida Panadero. Muchas veces, como ayer, le ayuda a formular su hija Clara, que está terminando Farmacia

19 may 2018 . Actualizado a las 11:01 h.

A Carlos Cobelo Romero le gusta dedicar una parte de su jornada a elaborar pastillas, cremas y todo aquello que le soliciten en una rebotica dotada para hacer casi todas las fórmulas. Desde niño ha visto como sus padres, farmacéuticos los dos, seguían cultivando esta vertiente de la profesión. En su ordenadísimo laboratorio se conservan piezas antiguas, como las pesas que su padre, Carlos Cobelo, le gustaba coleccionar. «Trabajaba en la farmacia del Marcide», cuenta un boticario que se ha casado con otra farmacéutica.

La vocación mueve a los titulares de este despacho ubicado en la calle Cádiz de Caranza y en el que hay productos elaborados a la carta y que se han pasado de generación en generación. «Estamos muy orgullosos de fórmulas hemos ido mejorando durante años como una crema podológica que lleva una concentración más alta de urea, mentol y de la que iba enviando muestras a las clínicas para que la probasen. Al final ha quedado un producto muy bueno», va contando un boticario de 46 años y que desde los 15 escucha debatir sobre estos procesos. Otro de los logros de la casa es una crema para tratar la rosácea que tiene clientes fijos y también las soluciones con yodo para curar las calvas que nacen entre el pelo, así como otra para combatir alopecias más generales.

El hospital Juan Cardona les encarga capsulas de zinc, cuya preparación es más laboriosa y muchas soluciones desinfectantes, así como preparados de vaselina con salicílico para tratar las heridas de las personas que pasan mucho tiempo encamadas. Carlos habla con pasión de la formulación, pero reconoce que no tiene mucho futuro, porque supone una carga de trabajo y responsabilidad adicional: «Normalmente estos tratamientos caducan pronto y por eso no los hacen las farmacéuticas, pero para nosotros también es complicado comprar productos para uno o dos preparados y que luego se pasan de fecha pronto. Y luego está el papeleo relacionado con sustancias sensibles», comenta un farmacéutico que recuerda cuando sus padres preparaban con sumo cuidado una mezcla, Brompton, con cocaína y heroína para aliviar a enfermos terminales.