«Veo a la Virgen y se paraliza el mundo»

FERROL CIUDAD

Álvaro Alonso

La Voz pasa el Martes Santo al lado de «las niñas» que portan la Virgen de la Esperanza, en la Semana Santa de Ferrol, con una gran devoción y hasta con tatuajes

29 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Pasadas las nueve de la noche del Martes Santo, una vez ha salido del corralón de la iglesia de Dolores el paso de Jesús atado a la Columna, llega el momento de las niñas, las portadoras de la Santísima Virgen de la Esperanza. La mayordoma, Lola Castro, que lleva «toda la vida» en el tercio, ya está dentro, resoplando, ultimando los preparativos del trono.

Cuando todo está listo, cruzan el portalón las demás integrantes de la dotación. En ese momento, en cuanto miran hacia arriba y ven la imagen, la que más sienten como suya, el tiempo se detiene. Unas lloran, otras se abrazan. Alguna graba el momento con su móvil. «En cuanto veo a la Virgen, se paraliza el mundo. Aunque somos 70, en ese momento tienes la sensación de estar sola, de que no hay nadie más en el mundo», expresa Sabela Docampo. María José Risso asegura que nunca había visto tantas mujeres en silencio «hasta ese momento».

CESAR TOIMIL

Minutos más tarde, se abre el acceso a la calle Méndez Núñez e inician las que para ellas son las dos horas más intensas de todo el año, con más de dos toneladas encima de sus hombros y entre el júbilo de una plaza de Amboage abarrotada.

La jornada de Martes Santo, no obstante, comienza mucho antes, en cuanto da la medianoche. «Cuando ves que el reloj marca 00.00, se te pone un nudo en el estómago», desvela María José, cuya madre la tranquilizó asegurándole que iba a hacer buen tiempo. Otra madre, Fátima Fernández, es una de las que llevan el trono, al igual que su hija, que le dedicó un ramo de flores con una foto de la Virgen para darle los buenos días. La devoción es inmensa y llega hasta los tatuajes, como los que muestran a este periódico tres de las portadoras.

Después de una mañana en la que la inquietud empieza a aflorar, llega la tradicional comida de confraternización, con una treintena de asistentes a La Cañita. La Voz las acompaña. Allí, hablan entre ellas, pero más que haber calma, aumenta el nerviosismo. ¿Es el día más importante del año? «Por supuesto», «con diferencia», responden. «Lo hemos intentado explicar muchas veces, pero si no lo vives, no lo entiendes», dice María Yáñez, que cumple su año 22 llevando la imagen, y añade una frase: «Entenderá mi locura quien comparta mi pasión». Para esta ferrolana, la Nochevieja -pone de ejemplo- es una jornada más en su calendario: «A mí me importa el Martes Santo. Es el día en el que surgen las promesas para los siguientes doce meses, los objetivos. Se lo pides [a la Virgen], lo hablas con ella y lo sientes. Pienso: “Ahora sí empieza el año, voy a hacer que el 2018 sea mío”».

ÁLVARO ALONSO

Para la procesión, los ensayos dieron inicio tras la Navidad. Lola Castro, la mayordoma, se pasa el año entero viendo vídeos para innovar en los bailes. «Está como una caldereta. Seguro que se sabe cada adoquín del recorrido, incluso marca con tiza en el suelo los pasos que damos», desvelan con una sonrisa sus compañeras. 

Muchos años de lucha

Eso sí, cuando todo empezó, no todo fue tan fácil. El tercio de la Esperanza, el primero de la Semana Santa de Ferrol integrado únicamente por mujeres, nació en 1984. Y tres años más tarde se creó la dotación de portadoras, pero no fue hasta 1995 cuando lograron, al fin, llevar sobre sus hombros un trono titular, el de la Virgen. «Ahí vimos que ya era nuestro para siempre», señala María. Al principio eran «las niñas de la faldita azul» y solo algunas «privilegiadas» podían llevar algún paso.

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«Ahora no sentimos muy respetadas -portan hasta cinco tronos a lo largo de la semana-, pero en los inicios incluso había apuestas entre los hombres de que no íbamos a llegar», agrega María, y deja claro que siempre alcanzaron la iglesia de Dolores. Al igual que el pasado Martes Santo, cuando volvieron a ser recibidas entre aplausos e incluso se atrevieron a elevar el trono al cielo al regresar. Lo hacen siempre en la salida, pero solo si llegan las fuerzas a la entrada.

Y viven con pasión el momento más especial, la entonación de Una madre no se cansa de esperar por parte de la Banda Ferrol de la cofradía, que este año cumplió 25 años con la Esperanza. Al acabar, se felicitan. Las niñas lo han vuelto hacer y salen entre vítores del corralón. Empieza un año nuevo para ellas.