Del desván a ser lápices de colección

Bea Abelairas
Bea abelairas FERROL

FERROL CIUDAD

KOPA

Los artículos de una fábrica pionera que cerró hace 38 años ya se cotizan en anticuarios

20 mar 2018 . Actualizado a las 12:36 h.

Al mismo ritmo que crece la maleza en el antiguo solar de la fábrica de lápices Hispanya, se multiplica la fama de sus lápices en las tiendas con objetos de otras épocas. La estética de los años 50 está de moda y por eso muchas personas pagan incluso más de 20 euros el manojo de unos lapiceros que se fabricaron en Ferrol durante cinco décadas. Alberto Fernández Martín Lefort concibió la idea de crear esta factoría en el 1930: «Tardó unos tres años en lograr los socios para reunir el capital, ya que al principio eran muchos, aunque él siempre tuvo el 51 % de la sociedad», cuenta un allegado que pasó muchas tardes jugando entre los trabajadores de una fábrica con plantilla de la ciudad, pero también de los alrededores.

Había casi tantas mujeres como hombres al frente de unas máquinas que moldeaban cedro americano y africano para crear lápices de grafito y de colores en diversos tamaños o modelos que ahora se cotizan precisamente por su calidad. «El estado de conservación y que tengan la caja o el cintillo originales es muy importante», precisa Honorato Martínez, que también los vende en sus tiendas de la calle del Sol, al igual que los que se fabricaron años después en la calle Alegre de Canido, en Ilasa, y que muchas personas aún recuerdan por sus cubiertas con tablas de multiplicar, señales de tráfico o banderas internacionales.

Los artículos de Hispanya se cotizan en las webs de objetos únicos
Los artículos de Hispanya se cotizan en las webs de objetos únicos

«La de Canido la creó un antiguo trabajador de Hispanya, como otras muchas aventuras empresariales que surgieron gracias a los beneficios de una fábrica que llegó a tener un contrato de colaboración con Faber Castell», cuenta Ferran Gómez Filgueira Ybrage, profesor de Diseño Industrial, y cuyo padre estuvo muy vinculado a Hispanya y con el tiempo fue socio de otra línea comercial gracias a la que se fabricaron peines y muchos artículos de plástico.

En el despacho de la UDC de Gómez Filgueira aún hay algún molde para elaborar gomas de borrar y él se encargó de rescatar muchas de las máquinas del chatarrero de la calle Espartero en el que terminaron. «Acababa de ganar una beca en la universidad, ya era profesor y vi a mi padre con lágrimas en los ojos cuando se llevaban la maquinaria, así que me puse a coleccionarla», explica este ingeniero que solo tiene buenos recuerdos de una experiencia que considera que fue clave para la comarca y el germen de los astilleros.

¿Por qué terminaron cerrando las dos fábricas de lápices? Gómez Filgueira considera que se debió a factores externos, como la llegada de lápices muy baratos de países asiáticos, pero también a factores internos entre los que menciona la falta de preparación de la plantilla o de ayuda institucional para ser más competitivos. Otro abandono que no se explica es la demolición de la nave, de la que recuerda una chimenea de casi 50 metros y una sirena gracias a la que casi toda la ciudad sabía qué hora era. Hace solo seis años que parecía que se demolía el último rastro de Hispanya, el esqueleto de la factoría, pero en los desvanes y cajones de muchas casas quedaban manojos de lapiceros gracias a los que ahora se menciona el buen hacer de los obreros de Ferrol entre los devotos de los artículos de escritorio, que son muchos. De hecho, entre las piezas más buscadas figuran los manojos que llevan el nombre de Johann Sindel, el técnico germano que ayudó comprar y montar una maquinaria en Alemania que llegó con retraso tras toparse con la Guerra Mundial.