«Todas sabiamos que ao saír da casa podiamos xa non volver»

Beatriz García Couce
Beatriz Couce FERROL

FERROL CIUDAD

JOSE PARDO

Un marzo del 72 escrito en femenino: Ferrol reconocerá el 8 de marzo el papel que desempeñaron muchas mujeres en los últimos años del franquismo

25 feb 2018 . Actualizado a las 21:56 h.

La historia del 10 de marzo de 1972 se ha escrito siempre en clave masculina. Eran hombres los trabajadores de la entonces Bazán que pelearon por un convenio laboral justo, hombres también los que cayeron bajo las balas de la policía franquista cuando acudían en manifestación por el barrio del Pilar -Daniel Niebla y Amador Rey- y los que resultaron heridos en ese mismo momento. También lo eran los sindicalistas y miembros del clandestino Partido Comunista que mayoritariamente fueron represaliados por la dictadura tras aquellos acontecimientos. Sin embargo, en aquella lucha por la democracia había muchas mujeres, a las que se les ha reconocido frecuentemente el papel de sostén de sus familias tras el encarcelamiento o el exilio de sus parejas, pero se ha obviado su implicación directa en la defensa de las libertades. El próximo 8 de Marzo, coincidiendo con el Día de la Mujer Trabajadora, el Concello les rendirá homenaje, visibilizando unas vidas que hasta ahora habían quedado eclipsadas en muchos casos por las de sus parejas.

«Nosotras entonces empezábamos a tomar conciencia de que queríamos un cambio más profundo, estar en la sociedad», recuerda Fina Varela, que junto a otras mujeres, como Ánxela Loureiro y su madre María Fernández, Manuela López, Marisol Novás, Encarna Puentes, Sari Alabau y Fina Freijomil, luchaban desde distintos ámbitos por la democracia y también por lo que hoy se ha bautizado como el empoderamiento femenino.

Empezar por la propia casa

Y eran conscientes de que la lucha empezaba por la propia casa. «Un día mi marido me dijo que se tenía que ir a echar unas octavillas. Le dije: “Lo siento, pero yo también”. Me preguntó que qué hacíamos con el niño y le contesté: ‘lo siento, pero te lo quedas tú, y me fui». Se rebelaban contra el papel de esposas y madres con actividades reducidas al ámbito del hogar, lucha en la que consideran que hoy continúa habiendo mucho camino por recorrer. «Te consideraban el comodín, ellos militaban, pero nosotras también», incide Fina Varela.

Sus reuniones y actividades eran diversas y aunque se conocían, la clandestinidad les obligaba a desconocer gran parte de lo que hacían las demás. «Eu para algunha xente era Nuria», comenta divertida Marisol Novás. «E eu Marina», añade Ánxela Loureiro, antes de que Sari Alabau recuerde que a ella la llamaban Ana. Algunas de ellas llegaron a presentar una lista a las elecciones de la Asociación de Amas de Casa, motivadas por crear un colectivo que, lejos de perpetuar el papel de una mujer encerrada en sus hogares, tuviera acceso a educación y a otras oportunidades que les estaban siendo vetadas.

El 9 de marzo del 72, cuando la policía entró a desalojar a los trabajadores que se habían encerrado en el interior del astillero ferrolano, muchas mujeres se concentraron en el Cantón y alguna se llevó un porrazo de la policía, como Marisol. En aquella jornada, Fina Varela acabó en la comisaría, aunque gracias a su padre, guardia civil, pudo salir. Una jornada después, mientras los obreros de Bazán se dirigían a Astano a buscar la solidaridad de sus compañeros, las mujeres estaban organizándose para paralizar la actividad en la ciudad. En la plaza de España se enteraron de que la policía había disparado a los trabajadores. «O drama era que tiñamos maridos, pais e irmáns alí e non sabiamos quen eran os feridos e os mortos», recuerda Ánxela.

JOSE PARDO

Por la tarde, también grupos de mujeres recorrieron la ciudad «berrando “asasinos”» en alusión a los acontecimientos de la mañana. Para muchas, empezó una época de represión que a Fina Varela y Sari Alabau las llevó a la cárcel de A Coruña, y a Marisol y a Fina Freijomil, al exilio en Francia. Los maridos de estas últimas estuvieron más de nueve meses escapados por Galicia, viviendo en distintas casas huyendo de la policía, hasta que a finales de año se marcharon al país galo. 

Metralletas en la cara

Encarna Puentes estuvo un mes sin dormir en su casa y después padeció los años de prisión de su marido. «Íbamos a verlo a la cárcel de Pontevedra y te ponían las metralletas en la cara», recuerda.

Pero ni en los peores momentos, dejaron de luchar por lo que creían. Admiten que pasaban miedo, por ellas y por los suyos, pero les pesaba más la conciencia de que había que cambiar las cosas. «Todas sabiamos que ao saír da casa podiamos xa non volver», rememoran.

Algunas de ellas llegaron a ir a Vigo a entregar una carta al periodista Oneto para que no se olvidase el ferrolano marzo del 72 y también a Madrid a las primeras jornadas por la liberación de la mujer.

Además de hacer extensivo el homenaje que tributará el Concello a otras muchas mujeres anónimas que desplegaron su oleada de solidaridad con los represaliados y las que lucharon sin trascendencia pública, Loureiro menciona expresamente a Susa y Pepita, que asumieron riesgos importantes al acoger en sus casas a muchos de los perseguidos. Ahora, a las puertas de otra celebración del Día de la Clase Obreira Galega, Ánxela pide a los sindicatos unidad en esa jornada. «Que busquen un punto de unidade, que pode ser a igualdade, que aínda non está acadada», reclama.