Díaz Baliño

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL CIUDAD

03 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Es hermoso que Galicia haya acometido por fin este año, con el entusiasmo que es de justicia, la reivindicación de la figura y la obra de Camilo Díaz Baliño, el intelectual, escritor y artista plástico ferrolano -padre de Isaac Díaz Pardo- cuya vida se vio trágicamente truncada por la barbarie desatada tras el estallido de la guerra civil. No puede evitar uno emocionarse un poco contemplando el país a través de sus ojos. O, lo que es lo mismo, a través de lo que nos legaron sus pinceles. En verdad la Torre de Hércules, cuando él la pinta, brilla, a través de los mares, en el mundo entero. ¿Y qué decir de su visión de la catedral de Santiago y de la misma ciudad de Compostela? La capital de Galicia, cuando él la dibuja, es la capital de toda la Cristiandad. La capital de una Europa que nació peregrinando, como decía Goethe. Con su mirada de artista, Díaz Baliño supo captar, como nadie -es por poner otro ejemplo-, la verdadera esencia de Betanzos, solar de tantos y tantos caballeros, hechos unos de sueños y otros de piedra. ¿Y qué decir de cómo pintó, para el teatro -fue un escenógrafo magnífico-, la soledad sin límites de la vieja fortaleza de A Frouxeira, donde fue capturado Pardo de Cela, el legendario mariscal a quien finalmente, y por orden de los Reyes Católicos, ejecutarían en Mondoñedo? En el Cantón de Ferrol hay un busto de Díaz Baliño, obra de Rubio Gascón. Y a mí me gusta pensar que a veces, mediante algún extraño prodigio que no sabemos entender del todo, el propio Díaz Baliño no anda muy lejos. Tengo que decirle un día lo mucho que admiro el Nacimiento que creó para la iglesia de Santa Marta de Ortigueira y el talento con el que dibujó el Pórtico de la Gloria.