Once meses con la familia en tierra

FERROL CIUDAD

JOSE PARDO

Dos marinos se reencuentran con sus seres queridos tras pasar casi todo el año a bordo

26 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El año que está a punto de terminar tiene aroma a salitre para dos marinos con base en Ferrol. Víctor Millar Mielgo (Cádiz, 45 años) y Ramón de Temple Jove (Barcelona, 45 años) llegaron el pasado miércoles al Arsenal después de once meses a bordo de un barco, con solo diez días de pausa entre el despliegue de la fragata Cristóbal Colón en Australia y la participación en la operación Sophia del buque Cantabria. Un largo período que sobre todo significó un continuo echar de menos a sus familias. «La alegría de pisar tierra es inmensa después de tanto tiempo fuera de casa, sobre todo teniendo en cuenta que regresamos en Navidad», expresa Ramón. Víctor, segundo comandante en el Cantabria, solo tiene «sentimientos de felicidad»: «Primero, por reencontrarme con familia, a la que he echado mucho de menos, y segundo, por haber realizado con éxito los objetivos que la Armada nos había encomendado».

Los dos zarparon el 9 de enero del Arsenal rumbo a las Antípodas, donde estuvieron adiestrando a la Marina australiana. No regresaron a Ferrol hasta el 10 de agosto, para a continuación estar apenas nueve días y partir el 19 hacia el mar Mediterráneo central, donde colaboraron en la lucha contra el tráfico ilegal de personas hasta que volvieron el pasado 20 de diciembre.

«La verdad es que soy afortunado. Tengo una mujer que sabe los sacrificios que conlleva estar casado con un militar y en particular con un marino. Llevar todo el peso de la familia ella sola durante todo un año no es una tarea fácil, pero lo ha hecho muy bien, diría que excelente. No me cabe duda que es el pilar que sustenta mi hogar y que si no fuera por ella, mi vida a bordo de los buques de la Armada sería muy difícil. Ahora toca compensarla con unas buenas vacaciones», comenta Víctor emocionado.

Sus hijos, Rodrigo, Guillermo y Carlos, y su mujer, Eva, lo recibieron con una gran bandera de España y el lema «Papi en casa». El gaditano cumplió años ayer, día de Navidad, y pudo compensar su ausencia en fechas «muy señaladas» como fueron los cumpleaños de su familia o el aniversario de boda. «Son días en los que la familia estuvo unida y yo no pude estar», lamenta. 

«Es duro para ella»

Ramón tiene dos hijos, uno de 17 años y otro de 10, y su mujer también está en la Armada, aunque en su caso en un destino de tierra. «Con la conciliación familiar más o menos se apaña, pero al final del día siempre le faltan horas entre hacer las comida, llevar a los niños a las actividades o al médico… Y esto, prolongado en el tiempo y sin ayuda, agota. Encima no puede contarme lo que pasa en casa para no preocuparme. Es duro para ella», expresa el cabo primero, que estuvo seis años en la quilla de la Cristóbal Colón y ahora trabaja en el centro de información en combate del buque Cantabria.

El que peor lo ha pasado estos meses ha sido su hijo pequeño. «En el primer mes de despliegue intenta portarse bien, pero luego empieza a echar en falta a su padre y comienza a portarse mal con su hermano y su madre, no quiere estudiar, se enfada… Al final los que lo pasan peor son los que quedan en casa», asegura. No obstante, el reencuentro ha llenado de felicidad a todos ellos, que están pasando la Navidad en familia. Después de once meses a bordo, el regalo no podía ser mejor.

JOSE PARDO

«Lo que sentimos en la operación Sophia es algo que es difícil explicar con palabras»

Los dos despliegues se desarrollaron este año, pero apenas tienen similitudes el uno con el otro. «Son dos misiones totalmente distintas. Por una parte, fue un orgullo haber demostrado que las F-100 son de las mejores fragatas del mundo y que la Armada es capaz de sostenerlas logísticamente a más de 15.000 kilómetros. Por otro lado, haber podido participar en la operación Sophia te llena por dentro, porque sabes que estás haciendo algo que no puedes explicar con palabras. Son emociones y sentimientos que solo saben lo que significan los que lo hemos vivido», resalta Ramón Esta segunda misión en el Mediterráneo le aportó a Víctor «sensibilidad hacia los más necesitados» y una «gran satisfacción» sobre todo en los momentos en los que evitaron la pérdida de vidas humanas «con un futuro incierto». La dotación rescató a 1.199 personas.

«Mereció la pena».

Nada más pisar el Arsenal, el gesto de los marinos dejó ver parte de lo que han vivido de cerca. «La inmensa satisfacción que recibe uno al salvar una vida humana compensa el sacrificio de estar alejado de la familia, y esto es lo he ido transmitiendo a mis hijos, que a veces no lograban entender por qué he estado tanto tiempo fuera de casa», agrega el segundo comandante del buque.

«Sin duda ha merecido la pena. Que se lo pregunten al hombre que se tiró al agua el otro día en Riazor para salvar la vida de otro de 90 años, aun a riesgo de la suya propia. Pues imagínense rescatar a un bebé, un niño de 5 años, un adolescente de 15 o una mujer embarazada a los que les queda toda una vida por vivir. Siempre merece la pena salvar una vida», concluye Ramón.