Masoquismo

José Varela FAÍSCAS

FERROL CIUDAD

10 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Es probable que si un marciano observa nuestro comportamiento político llegue a concluir que tenemos una morbosa tendencia al masoquismo, quien sabe si por reminiscencias del cilicio penitencial o por sublimación religiosa de la culpa. Tres ejemplos. 1) Portugal. Nuestros inveteradamente subestimados vecinos pasman a Europa porque han sido capaces de sanear sus cuentas públicas, subir el salario mínimo y las pensiones, suprimir subvenciones a la enseñanza privada donde era superflua, reducir impuestos a los más humildes y subirlos a los más ricos, mejorar la sanidad, etcétera. Aquí, a los que proponen medidas semejantes, les llamamos antisistema y visionarios. 2) Argentina. Nos asombra que la sociedad argentina tenga la dignidad y el coraje cívico de juzgar a los genocidas de su última dictadura militar. Aquí seguimos llamando abrir viejas heridas a la pretensión de la parte más decente de la ciudadanía de levantar de las fosas comunes y las cunetas los restos de los asesinados por falangistas y franquistas, y aun de considerar imprescriptibles sus actos en tanto que crímenes contra la humanidad. 3) Ciudades. Asumimos como una muestra de avance social que las calles y espacios públicos de las ciudades nórdicas y centroeuropeas estén limpios como jaspes, se pueda circular libremente por ellos, sin ruidos y con el aire limpio. Aquí en Ferrol tildamos de izquierdista a un gobierno local que pretende suprimir el tráfico del casco urbano. A lo mejor masoquismo, lo que se dice masoquismo, no es, pero un cierto gustillo por el sufrimiento parece que tenemos. Con lo sencillo que es votar pensando en las necesidades de cada uno: los adinerados son minoría.