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José Varela FAÍSCAS

FERROL CIUDAD

09 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Si quisiéramos buscar una muestra sencilla para sintetizar una realidad compleja como es la situación que caracteriza a Ferrol y su comarca, pocas saltarían a bote pronto como el estado de las infraestructuras, equipos y servicio público que ofrece Feve. Es, en sí misma, un epítome de Ferrolterra. Es una empresa pública aferrada al pasado, dispone de unos equipos trasnochados e ineficaces que con frecuencia fallan y dejan tirados a los usuarios, su tabla de frecuencias de paso por las estaciones parecen obedecer a requerimientos esotéricos, la caduca red ferroviaria pide a gritos un replaneamiento a fondo y, en fin, todo el complejo tiene un aroma acre que recuerda las infraestructuras de las exrepúblicas soviéticas. Para completar el cuadro, desde la Administración -distante, parapetada tras una empalizada de organismos- las noticias, cuando llegan, son contradictorias respecto del futuro que le aguarda a la compañía. Como el número de usuarios y la calidad del servicio van íntimamente ligados en tanto que causa y efecto, seguimos jugando al gato y al ratón: el Gobierno enfatiza que la causa es la menguante demanda del pasaje, con lo que la población víctima sufre un doble golpe: al desprecio por un tren impresentable se añade el insulto de un argumento tramposo. Con muy valerosas excepciones, prácticamente asentadas en el campo nacionalista y de la izquierda, aquí todos seguimos más pendientes del AVE que de mejorar el transporte ferroviario de cercanías. Tal vez porque reforzando trayectos cortos y medios nunca llegaremos a armar una Gürtel o una Púnica como Dios manda; esto es, sin chapuzas ni apuntes a mano, que los carga el diablo. Quién sabe.