La fiesta

José Varela FAÍSCAS

FERROL CIUDAD

14 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Ferrol vuelve a padecer la sangría demográfica y se queda en 67.552 habitantes», «La urbe naval es la más envejecida de toda Galicia», «Ferrolterra destruye más de 250 empleos en el primer trimestre del año», «Aumentan en la comarca las familias con trabajo precario que necesitan ayuda». Son algunos de los titulares de este periódico de hace unos días. También podía leerse que los polígonos industriales con parcelas en barbecho no tienen quien les escriba, el abandono reconocido por Renfe en el que languidece el servicio de Feve, que la línea férrea Ferrol-Coruña... para qué seguir. Esta es la realidad cotidiana de Ferrol, sin necesidad de escarbar: es la superficie, lo que está a la vista, la espuma maloliente de un líquido estancado, la piel de un drama que supura injusticia, desigualdad y exclusión. Y tantos años de marginación agotaron la rebeldía, cercenaron la insumisión, extenuaron el levantamiento, acallaron la disidencia, narcotizaron a partidos y sindicatos, y castraron la rabia. Ya gozamos de la paz de los cementerios. Resignación, ¿a qué más se puede aspirar? Vienen turistas a mogollón; la alquimia estadística convierte nuestro puerto en competidor directo de Rotterdam, Hong Kong, Shenzhen y no digamos Algeciras; los subproductos de la industria naval nos llenan de orgullo; celebramos la opulencia del consumo con tal prodigalidad que ya necesitamos hasta las noches para satisfacer la necesidad de comprar, y nos pavoneamos pedantes de vivir en una ciudad de categoría. En este estado de gracia, de levitación seráfica, solo nos queda homenajear a Feijoo y a Rajoy. (A ver si los jueces dejan un hueco en la agenda del PP para la fiesta).