Categoría intelectual

josé antonio ponte far VIÉNDOLAS PASAR

FERROL CIUDAD

14 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

En los actos de estos días en homenaje a Casares, todos los que intervienen en ellos inciden en destacar en la persona de Carlos su tolerancia y su generosidad. Y es totalmente cierto: fue un hombre tolerante con los que no pensaban como él y con un desprendido talante de servicio a los demás, empezando por todo lo que tuviera algo que ver con la cultura gallega. Pero yo añadiría a estas dos importantes cualidades, otra: la de ser un intelectual de cuerpo entero, es decir, de los que se dedican al estudio y a la reflexión crítica de la realidad, gente absolutamente necesaria en una comunidad como la gallega. Lo que pasa es que lo hacía de una manera tan sencilla, a través de unos artículos curiosos y entretenidos, que daba la impresión de que esa reflexión sobre nuestra identidad y razón de ser era menos profunda. Sentía, además, una gran curiosidad intelectual y gusto por saber, algo propio de una persona culta y profunda.

Esa curiosidad intelectual fue la que lo llevó, por ejemplo, a visitar en uno de sus muchos viajes la casa museo de Hemingway, en Oak Park, cerca de Chicago. Lo contó en una conferencia que dio en Ferrol, magnífica, bajo la apariencia de una charla informal, sin un papel delante, pero sin un solo titubeo ni un error gramatical. Habló de Hemingway y de su relación con Galicia. La curiosidad por este tema se le había despertado en su época de estudiante cuando leyó un cuento del escritor americano (La capital del Mundo), en el que dos curas gallegos hablaban de Compostela. Años más tarde visitará la casa-museo de Hemingway. Y allí se encontró con un libro de cartas del escritor, que lo emocionaron. En él estaban las más importantes que escribió Hemingway desde el año 1918, en que era corresponsal de guerra en Italia, hasta su muerte, en 1961.

Y en efecto, en esas cartas pudo comprobar Casares lo mucho que le gustaba Galicia, en donde había estado muchas veces, la mayoría, de incógnito, sobre todo después de recibir el Premio Nobel de Literatura, en 1954. Habla con admiración de nuestra tierra, especialmente de Santiago «la ciudad más hermosa que he visto jamás», afirma en una carta al también escritor John dos Passos, al que anima a venir a conocerla. Y que no deje de visitar Vigo y Noia «lugar que te va a gustar muchísimo». En este punto, cuando le oí a Casares lo de Noia, me vino a la memoria un fragmento de ¿Por quién doblan las campanas?, de Hemingway, en el que, en la guerra, un cabo del ejército le pregunta a un soldado que por qué no está en la Marina, «siendo como eres de Noia». A lo que este responde: «Porque no estoy empadronado en Noia, sino en Negreira, donde nací. Y en Negreira, que está a las orillas del río Tambre, te llevan al ejército». Mi amigo el poeta Pepe Ardeiro siempre decía que ese soldado del que habla Hemingway era su tío Pepe, porque le coincidían fechas y lugares. Nunca le creímos del todo, pero hace un par de años, un historiador local confirmaba en un libro la identidad de ese soldado: José Benito Gómez Rama, que no es otro que el tío de mi amigo. Hemingway no solo estuvo en Noia, sino que pescó buenas truchas en el Tambre, que luego se comía en las tabernas ribereñas, bien regadas con tinto Ribeiro. La curiosidad lectora de Casares me hizo revivir en aquella conferencia emociones muy gratas. Hoy quiero agradecérselo recordándolo a él en estas líneas.