A las rondallas

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL CIUDAD

18 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo contaba ayer José Manuel Couce Fraguela, director de la Rondalla del Club de Campo y, sin duda, una de las personas que viven con más emoción la Fiesta de las Pepitas: «La primera vez que yo salí en una rondalla tenía trece años; fue en Esteiro, con el maestro Malde...». La tradición, que no es aquello que se ha hecho siempre, sino lo que en verdad merece la pena ser conservado, es una parte valiosísima del patrimonio de los pueblos, y fluye por el río que sirve de cauce a la vida de mucha gente. Cuando José Manuel Couce Fraguela habla de la Fiesta de las Pepitas y desgrana, un poco emocionado, sus propios recuerdos, no está hablando de sí mismo, precisamente. En realidad habla de la pasión por cantar que anida en el alma de una ciudad entera. Y al referirse a ella, mantiene viva la memoria de cientos y cientos de hombres y de mujeres que permitieron que esta fiesta llegase hasta nuestros días, de personas con las que Galicia está en deuda. Un pueblo que canta, como Ferrol lo hace, es un pueblo que celebra el mayor de los milagros: el milagro de vivir y de estar en este mundo, ese extraño -y maravilloso- prodigio que es la existencia. Las rondallas ferrolanas, conjuntamente con las de Mugardos, Ares, Cariño y Neda -las de esos lugares tan hermosos, poesía también todos ellos, que al igual que Ferrol son cielo y mar, además de tierra, al mismo tiempo-, harán que hoy sea especialmente mágica la noche aquí, donde Europa comienza. Enhorabuena a las madrinas. Y muchas gracias tanto a los rondallistas como a los que cantan con ellos. La música habita siempre la eternidad, que es a quien pertenece el futuro y, por supuesto, los recuerdos.