«Desde que volví de Uganda echo todo de menos. Allí viven la vida realmente»

FERROL CIUDAD

Una ferrolana estuvo durante casi seis meses enseñando música a niños en África

14 mar 2017 . Actualizado a las 10:03 h.

Clarinetes, flautas y saxofones como medio de integración. Desde que acababan las clases hasta que se ponía el sol, en la remota localidad de Adjumani, en Uganda, un país que lucha por cerrar las brechas sociales provocadas por una cruenta guerra civil. Allí, a miles de kilómetros de Galicia, se desplazó, a finales de junio del año pasado, Cristina Otero Correa (Ferrol, 1992).

Desde pequeña, cuando escuchaba a los misioneros contar sus experiencias en su colegio, las Mercedarias, supo que algún día acabaría visitando el continente. Después de haber pasado por los conservatorios de Ferrol y A Coruña, entre otros lugares, para formarse como una excelente clarinetista, ahora es la directora académica de la iniciativa Vura Music Project, gracias a la que estuvo hasta diciembre, durante casi seis meses, cumpliendo el propósito de hacer una Uganda mejor, a través de las notas musicales. «Vi la convocatoria y escribí al momento a la ONG (Solidarios con Arua), con mucho entusiasmo, que tenía que ser yo la elegida. Al final, me acabaron escogiendo y allí me fui de voluntaria».

La iniciativa se define como un proyecto de desarrollo integral a través de la educación musical. Es decir, el objetivo va más allá de los pentagramas y se basa en el trabajo alrededor de siete valores: respeto, empoderamiento, responsabilidad, participación, integración -especialmente de las niñas-, cooperación y confianza. «Utilizamos la música como forma de integración. Todas las culturas y poblaciones que conocemos tienen música. Es algo que está dentro de lo humano», explica Cristina. «Las clases las realizamos en parejas de niños y niñas, con la intención de que se ayudasen unos a otros y se conociesen, ya que venían de escuelas diferentes», añade. Todo lo que vivió ha marcado su vida para siempre. 

«Soy otra persona»

Ahora, tres meses después de haber aterrizado en casa, Cristina ocupa su día a día estudiando dos másters y, al mismo tiempo, trabajando. «Desde que estuve allí soy una persona totalmente diferente. A todos los que hemos ido y ahora estamos aquí, nos está costando mucho adaptarnos. No solo el ritmo de vida es otro, sino que la perspectiva es otra. Haber vivido aquello te abre las miras y ahora le das valor a unas cosas a las que quizá antes no se lo dabas tanto», destaca la ferrolana, que echa «todo» de menos: «Echo de menos, sobre todo, que allí viven la vida realmente. Viven con lo que sucede cada día. No viven pensando en que mañana tendré esto o aquello en el banco. Ahora, trabajando y estudiando, mi ritmo de vida es frenético. Suelo decir que aquí sobrevivo y allí vivía». Y eso que, aunque el ritmo era menos acelerado, tuvo que trabajar mucho para que la iniciativa saliera adelante: «Empezar una escuela de música de cero y adaptarse al ritmo africano, que no tienen reloj... es complicado, hay que tener paciencia».

Ahora, además, Cristina lleva a cabo conciertos benéficos y campañas de sensibilización en colegios. Dentro de poco, comenzará la campaña de recogida de materiales para estar de nuevo en Uganda a partir del mes de junio.

«Cuando acababa la clase tenía que quitarles los instrumentos de las manos»

«Creo que los africanos llevan la música más en la sangre casi que en cualquier otra parte del mundo», asegura Cristina. Es algo que percibió desde el momento en el que pisó el continente. «Es algo innato, se nota que está en sus raíces. Tienen mejor oído que nosotros y tienen muchísimas capacidades, musicales y no musicales. El no tener nada hace que lo que tienen lo exploten al máximo», subraya la ferrolana, que recuerda que al final de la clase los pequeños no soltaban los instrumentos: «Les das uno y al final acabas teniéndoselo que quitar de las manos». 

«La educación está muy mal»

Sin embargo, allí también se encontró aspectos negativos, porque «no todo es bonito». «A los niños les pegan en los colegios. El formato de educación allí está muy mal. Yo iba a las clases y más de una vez he tenido que parar a algún profesor, más de una vez he visto a niños con heridas o a maestros dando palizas a unas niñas», relata, a lo que agrega: «De hecho, los niños nos decían: ‘Es que nos gustáis porque sentimos que nos queréis. Que nosotros os queremos, pero vosotros a nosotros también’». Entonces, «se generó un cariño que no habían sentido nunca por parte de un mayor y, sobre todo, desde un profesor».

Además, Cristina vivió en África situaciones que nunca había experimentado: «Nunca dejé de ser blanca. Vi a niños muy pequeños que se arrodillaban para saludarme, hombres que ofrecían diez vacas para comprarme, y así poder casarse conmigo, y madres que me pidieron que me llevase a sus hijos a mi país».

Cómo colaborar

A través de la cuenta de la ONG (La Caixa ES18 2100 5393 5921 0039 6863) o a través de la página www.teaming.net /vuramusicproject, donde la aportación es de 1 €/mes.

El Vura Music Project es una iniciativa de Solidarios con Arua, una pequeña ONG con sede en Burlada (Navarra). El director del proyecto en Uganda es Aritz Azparren.