Donde el viento

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL CIUDAD

21 ene 2017 . Actualizado a las 00:09 h.

Como sin duda no les habrá pasado desapercibido, la luz de estos días, tan de invierno, vuelve a traer consigo, a pesar de su escasa predisposición a dibujar sombras, el recuerdo de muchos de los que ya han marchado a donde uno acaba por saber, al fin, lo que antes o después todos iremos averiguando. A veces, a través de esta luz, que es la de un sol con escaso aliento al que parece costarle mucho alzarse cada mañana, creo ver que se acercan, desde la lejanía, amigos a los que pensaba no volver a ver jamás. Pero la alegría, siempre mayor que la sorpresa, suele durar, por desgracia, solo unos segundos, apenas un breve instante. Enseguida percibes que los ojos, o más bien la melancolía, te han engañado. Casi nada es nunca lo que parece, verdad tan vieja como el mundo que también resulta perfectamente aplicable en estos casos. El frío de estas alturas del año hace especialmente recomendable regresar a los grandes libros, para abrigarse. Yo releo mucho a Pla, en mi opinión uno de los más grandes prosistas del siglo XX. Y al que mucho me gustaría haber podido conocer, todo sea dicho de paso. Como lo conoció, por cierto, Carlos Casares, que lo veneraba. En las páginas de sus Notas dispersas que están abiertas a mi lado, Pla recuerda al gran Julio Camba en la terraza del Café Napolitain (supongo que en la del mismo Napolitain parisino del que, si la memoria no me falla, también habla Rubén Darío), y cómo don Julio solía contar cuánto amaba otra de las más hermosas capitales de Europa, Lisboa, que le parecía una ciudad esencialmente gallega. El día se acaba. Mientras les escribo a ustedes, el Nordés entra en Ferrol de nuevo y busca las puertas que se abren.