Además, la propia pieza lleva su caseta de control, en la que dos técnicos vigilan todos los movimientos. Cada uno de los dos buzos que descienden llevan una cámara en el casco, la jaula lleva una cenital y en el exterior hay otra más. En total, cuatro, para que todo quede grabado.
Gracias a este sistema, los efectivos de Salvamento puede llevar a cabo inmersiones de 60 metros de profundidad y hasta de 90 metros con la ayuda de los botellones de oxígeno que van anclados en la campana -en total, 40.000 litros, para unas 5 o 6 horas de actuación-.