La segunda y dorada juventud de los nuevos «cuarentañeros»

FERROL CIUDAD

Cuatro ferrolanos cuentan cómo encontraron la afición de su vida tras superar la temida barrera de las cuatro décadas

07 nov 2016 . Actualizado a las 13:18 h.

Aunque todavía hay mucha gente empeñada en darle la razón a aquel refrán que proclama que De los cuarenta para arriba, no te mojes la barriga, lo cierto es que cada vez son más quienes ven la llegada de esa edad como el momento propicio para iniciar una segunda (y divina) juventud.

Y si no que se lo pregunten a Noemí Álvarez, odontóloga ortodoncista, que a sus 43 años se ha convertido en una triatleta con más ganas de superarse a sí misma que de subirse al podio (aunque ya lo ha conseguido en alguna ocasión). Carlota y Rebeca, sus hijas de 11 y 9 años, comenzaron a practicar triatlón hace unos tres años y fue entonces cuando Noemí decidió calzarse también las zapatillas. «Las llevábamos a entrenar a Doniños y allí, junto a otros padres, mientras esperábamos a que terminase el entrenamiento, alguien dijo : ¿Y por qué no aprovechamos este tiempo para entrenar nosotros también?», rememora Noemí.

Lo suyo fue dicho y hecho. A los 40 se apuntó a la fiebre del running y empezó a participar en carreras populares. Con 41 hizo su primera triatlón. Y, desde entonces, todos los agostos toma parte en el Triatlón Popular de Ferrol. «Casi siempre llego la última, pero me da igual, porque lo importante para mí es terminar la prueba», dice sonriente. Además, este año retomó su pasión por la natación -que había abandonado con 17 años- y se apuntó a la Travesía a Nado de Cedeira, donde quedó campeona de veteranas.

Aunque reconoce que aquello «fue un subidón de autoestima», Noemí insiste en que su reciente afición al triatlón y la natación no esconde ningún tipo de deseo de colgarse la medalla. «No aspiro a hacer un Ironman, simplemente quiero disfrutar al máximo de esto y encontrarme mejor», comenta al tiempo que asegura que se siente con más energía ahora que cuando tenía 30 años. «¿Viejos a los 40?... ¡¡Ni hablar!! A nuestra edad podemos hacer muchísimas cosas».

Al igual que Noemí, Teresa Barro no ha experimentado eso que llaman «la crisis de los 40». Al revés, superar esa barrera y llegar a los 46 -que son los que tiene ahora- le ha aportado más seguridad en sí misma. «De joven era más tímida y muchas veces dejaba de apuntarme a alguna actividad por miedo a no hacerlo bien o porque no conocía a la gente. Ahora todo eso me da igual. He perdido la vergüenza y, si hay algo que me apetece probar, lo hago y ya está», comenta esta auxiliar de farmacia y madre de dos hijas.

Con ese aplomo que solo dan los años y la experiencia, Teresa no dudó en apuntarse este año a las clases de guitarra que organiza el Concello de Fene en el CEIP A Xunqueira de San Valentín. Allí comparte pupitre con chavales de entre 10 y 15 años, pero la diferencia de edad no es algo que le preocupe. Por encima de todo están sus ganas de aprender. «Siempre quise ir a clases de música, pero siempre pensé que no se me daría bien porque no tengo oído. Por eso nunca me decidía a dar el paso. Ahora es diferente, porque ya no siento esa presión de tener que hacerlo todo bien», comenta encantada.

En tan solo tres semanas de clase ya nota los avances y asegura que le «relaja» muchísimo tocar a solas en su casa. ¿Soñará ya con los escenarios? «¡Uy! ¡Qué va! Creo que nunca me veré en esa situación. Para eso sí que sigo siendo muy tímida», comenta entre risas.

Surfero a los 51

Y si en la adolescencia Teresa soñaba con hacer magia con las cuerdas de una guitarra, en esos mismos años Pisco Novoa fantaseaba con la idea de cabalgar sobre las olas a lomos de una tabla de surf. «Cuando era un chaval me encantaba, pero lo veía como algo imposible, porque no nadaba especialmente bien. Para mí, en aquella época el surf era algo inalcanzable, como si me dijesen que tenía que ir al circo y tirarme de un trapecio», comenta este pintor y profesor nacido en Lugo pero que lleva media vida viviendo en Ferrol.

Todo cambió cuando cumplió los 40. Por aquel entones Pisco llevaba a sus hijos a clases de surf en Pantín y un buen día los monitores le animaron a meterse en el agua con la tabla. De eso hace ya 11 años -ahora tiene 51- y, desde entonces, no ha dejado de surfear. «Me enganchó porque reúne muchas cosas que me gustan, como el contacto con la naturaleza. Además, es un estupendo ejercicio físico y mental -porque tienes que superarte a ti mismo- y las personas que hacen surf suelen ser gente muy abierta y positiva», dice Pisco.

A estas alturas, lo único que lamenta es no haber empezado a practicarlo antes. «La edad va en mi contra porque ya no tengo la flexibilidad ni la fuerza de un chaval de veinte años, pero yo soy de los que piensa que nunca es tarde para aprender», apunta un surfero con canas en el pelo pero sin arrugas en el espíritu.

Como Pisco, Lucía Gutiérrez descubrió la afición de su vida recién cumplidos los 40 años. A esa edad se apuntó a clases de danza contemporánea con Celia López en la escuela de Matilde Pedreira, donde ahora también aprende yoga. «La danza me aporta muchísimo; armonía, esfuerzo y mucho control mental y corporal», comenta esta empresaria y diseñadora de 48 años.

En su opinión, los cuarenta son un momento propicio para mirar atrás, hacer balance e iniciar una nueva etapa con energías renovadas. «Yo ahora me siento mejor que cuando tenía 20 o 30 años. Entonces estaba más bloqueada. A los 40 ya sabes lo que quieres y no te pierdes tanto. Vas por caminos más rectos».