Zalacaín

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL CIUDAD

27 mar 2021 . Actualizado a las 21:07 h.

Pues tampoco estoy muy seguro de que la vieja costumbre de leer en los cafés se esté perdiendo. De hecho, la impresión que yo tengo es muy diferente. Mi experiencia personal viene a sostener lo contrario, la verdad es esa. Me atrevería a decir, incluso, por extraño que parezca, que nunca se han leído tantos libros en los lugares públicos como ahora se leen. Y hablo de la lectura sobre papel, de la letra impresa. Estos días, mientras el invierno viene de camino hacia donde Europa comienza, es muy agradable leer, sobre una mesa de mármol blanco que también sostiene, además del propio libro, un café solo y un vaso de agua con hielo, cualquiera de esas obras que nos han acompañado a lo largo de nuestra existencia y que, a pesar de ello, cada vez que volvemos a adentrarnos en sus páginas parecen nuevas. A mí me pasa eso mucho con Baroja, cuya relectura me alegra el corazón, al tiempo que me conmueve. Como ustedes no ignoran, Espasa acaba de reeditar, en un solo volumen al que ha dado por título Tierra Vasca, cuatro excepcionales novelas de don Pío: La casa de Aizgorri, El mayorazgo de Labraz, Zalacaín el aventurero y La leyenda de Jaun de Alzate. La reproducción de un lienzo de Valentín de Zubiaurre, Paisaje al atardecer con dantzaris, ilumina la cubierta. Procuro releer esas novelas por el orden en el que fueron escritas -sus primeras ediciones salieron a la luz entre 1900 y 1922-, pero los ojos se me van, inevitablemente, a lo que en mi casa llamaban O Zalacaín, esa novela magnífica que mi bisabuela Carmen releyó toda su vida constantemente. El olor del café me trae a Ferrol viejos recuerdos. Al otro lado de los cristales, sobre la calle Real, llueve.