Ferrol, ciudad de extremos

Andrés Vellón Graña
Andrés Vellón CRÓNICA CIUDADANA

FERROL CIUDAD

06 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Es mover el busto de un ministro franquista, mandar al trastero el de Juan Carlos I y lograr, por la vía rápida, que el personal se alporice. Porque Ferrol es una ciudad de extremos. Urbe obrera por excelencia. Punto neurálgico militar para Defensa y para la OTAN. Cuna de Pablo Iglesias. Lugar de nacimiento del dictador Francisco Franco. A veces, todavía, con ese aroma a naftalina de la antigua lucha de clases. El buzo de trabajo conviviendo con el abrigo de piel en el mismo trazado de A Magdalena. Ferrol hoy es lo que fue trayendo todo eso, toda esa mezcla, entre otras muchas cosas. Ferrol es, socialmente, tan rico como complejo. Tanto, tanto, que tiene varias jergas propias y poco trasladables a otros lugares. Está la jerga hostelera, la jerga de Bazán, la jerga militar, la jerga marisquera, la jerga caranceira, la de las sindicales, la de Canido... La jerga es la alteración del idioma. Su cambio. Es diferenciarse. Crear grupo propio. Es seña de identidad. ¿Es mala la jerga? No. Es comunicación. ¿Es mala la mezcla social? No. Es vida.

Por eso, quizás, porque Ferrol es una ciudad de extremos, se encienden acalorados debates por anécdotas que tampoco lo son tanto. Por eso, porque Ferrol es una ciudad de extremos, hay tantos grupos en el arco plenario. Por eso, porque Ferrol es una ciudad de extremos, las urnas piden periódicamente pactar, dialogar, llegar a acuerdos por el bien común.

El alcalde, Jorge Suárez, es buen conocedor de todo esto. Por eso hay que pedirle -sin necesidad de que abandone su ideología- que abra más la mano y que, de verdad, gobierne para todos. Porque está a tiempo. Si no le ponen palos en las ruedas. La buena intención se le presupone. Los resultados, hasta el momento, no. No montó él, en esta ocasión, el follón. Pero tampoco ha tenido cintura para aplacarlo. Gobernar para todos es tirar de generosidad. La misma que ha de tener el PP en la oposición. O no llegamos a nada.

Ferrol, ciudad de extremos, se asusta si arde Capitanía al tiempo que pide que se tire la muralla del Arsenal. Ferrol, ciudad guapa cuando quiere, se desangra entre baches y ruinas urbanísticas. Ferrol, donde hizo la mili media España, se ve ahora despoblada. Pero Ferrol, ciudad de extremos, se sacude todo eso cuando llega la Semana Santa. Aquí se fabrican barcos, portaviones, petroleros, jackets para eólica marina y lo que haga falta. A Ferrol, ciudad de extremos, solo llegó la autopista cuando la unidad clamó tras el desastre del puente de As Pías. Incomunicada. E incomunicada sigue, en otros aspectos, porque esa rica mezcla social no siempre se entiende. Ni se atiende. Porque los gobernantes, antes y ahora, no suelen ser generosos con los votantes del otro.