Desperdicios

José A. Ponte Far VIÉNDOLAS PASAR

FERROL CIUDAD

03 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

En medio del ajetreo que se vivió en los supermercados y tiendas con motivo de las cenas y comidas de estas fiestas navideñas, me acordaba yo de la oportuno que era un anuncio publicitario de Ikea, que pasaban esos días por la tele y al que todos deberíamos haber prestado mucha atención. En él, un grupo de recolectores de basura, pertenecientes al servicio de limpieza urbana, aconsejaba que evitásemos desperdiciar comida, pues decían que el 25 % de lo que compramos en estas fechas acabamos arrojándolo al contenedor. Bajo el lema «cocina con el corazón, cocina con la cabeza», la empresa sueca hace público un estudio según el cual los españoles desperdiciamos una cuarta parte de lo que metemos en la cesta de la compra. Ese grupo de 64 hombres aseguraba en el anuncio: «Nos hemos llegado a encontrar piezas enteras de carne sin cocinar en la basura o rollos de carne cocinados sin que hayan sido probados».

Algo así me temía yo viendo el enorme despliegue que hacen las revistas, la prensa, radio y tv por estas fechas, animando a comprar alimentos de todo tipo, a presentar «mesas con encanto», exquisitamente adornadas y nutridas con productos distintos y, por supuesto, caros. Este efecto llega también a la gente sencilla, la que hace la compra en los supermercados cercanos a su domicilio y hace cola en las cajas con unos carros cargados a rebosar, como si fuera a venir una guerra... Nadie se libra de esta presión consumista que entre todos hemos implantado. Parece que no puede haber una fiesta familiar grata y placentera si no se ofrece un menú largo, abundante y, a ser posible, caro. Para después acabar tirando la cuarta parte, según esa publicidad de la que les hablo. Lo cual además de ser un desperdicio enorme, es un pecado imperdonable, si tenemos el valor de echar un vistazo a lo que pasa en el mundo, empezando por muy cerca de nosotros. Decía mi madre que con las cosas de comer no se juega, pero se ve que estaba equivocada...

Eran otros tiempos, claro, pero yo recuerdo que en Nochebuena, en todas las casas de mi pueblo se cenaba bacalao con coliflor (gustase más o menos), para terminar con un trozo de turrón, higos, avellanas y nueces de las huertas. El día de Navidad, un buen pollo de corral asado al horno de leña, y dábamos por concluidas unas fiestas absolutamente normales, que nos servían para lo esencial: reunir a la familia más allegada. Y no eran ni menos gratas ni menos satisfactorias que las de ahora, como lo prueba el hecho de que yo las esté evocando aquí. Sin mariscos de alta gama, sin pescados salvajes, sin solomillos, ni lechazos, ni cochinillos. Solo la presencia de las personas y las ganas de estar y compartir unas horas era lo imprescindible.

Por todo ello, creo que ese mensaje navideño de los hombres que recogen la basura urbana debiera hacernos recapacitar para actuar de una forma consecuente. Aunque me temo que en este mundo en que nos movemos ni la reflexión ni la posterior rectificación son pautas bien aceptadas entre nosotros. Estamos demasiado acostumbrados a los excesos y a los desequilibrios para que nos conmuevan menudencias como estar tirando a la basura comida que podría ser una verdadera fiesta en la mesa de los más necesitados. A ver si 2016 nos trae un poco de sensibilidad, que falta hace. ¡Feliz año!