Navantia ¿Más joven o delgada?

Andrés Vellón Graña
Andrés Vellón CRÓNICA CIUDADANA

FERROL CIUDAD

02 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

No se nos vaya la mano con la estética, que luego acaba por obsesionar. No vaya Navantia a aplicar técnicas de embellecimiento a las factorías de la ría que acaben por hacerlas anoréxicas. Se lanza, en precampaña, una jugosa proclama. La plantilla del naval ha de rejuvenecerse. Algo que piden los propios trabajadores. Todo en orden. ¿No? Demandas y respuestas coinciden... Sería dar en el clavo. Pero es que tantas veces se ha equivocado el martillo que cuesta creer que, ahora, vaya a acertar. Una cosa es rejuvenecer para garantizar relevos generacionales -van catorce años sin que esto se haga- y otra, muy distinta, es adelgazar. Con una dieta, además, obligatoria. Porque, hasta el momento, la hemorragia laboral en el astillero y los auxiliares no solo ha dejado con la lengua de fuera a este sector en concreto. De paso, ese régimen ha proporcionado también un descenso de peso en todo Ferrol y su comarca. Entre otros factores. Un descenso de peso laboral, económico y, claro, social. En otras palabras, que no se envuelva como un regalo -que estamos en fechas de mucho agasajo- lo que puede acabar siendo otra puñalada. La máxima claridad por parte de la compañía pública es lo que toca exigir. Y que ese plan industrial que se está gestando se exponga, se conozca. Ganar competitividad es necesario. Pero no a cualquier precio. Ferrol sabe bien, muy bien, lo que escuece la herida del recorte.

Sabe menos Ferrol de su Campus. No se trata del mero hecho de que las elecciones en la UDC interesen entre poco o muy poco, como parece, a la comunidad educativa. La cosa va mucho más allá. Cuando se habla de una ciudad universitaria uno piensa en una combinación. En tejidos sociales que se entremezclan. Con todo lo positivo que eso tiene. Aquí se dio el paso más importante. El decisivo. Crear el Campus. Luego, poco a poco, este y la ciudad se han ido alejando. Como olvidándose uno de la existencia del otro. No tenemos, hoy, una urbe universitaria en mayúsculas. Lo bueno es que, en este aspecto, solo cabe mejorar. A poco que se haga -una residencia en condiciones, por ejemplo- se notará. Fijo.

Todo necesita, en fin, de su paciencia. Paciencia como la que tienen los restos submarinos que guarda la ría. Restos de antiguos navíos con un intenso aroma a historia. A esa época en que la ciudad se convirtió precisamente en eso, en una ciudad. Cada vez que afloran antiguos cañones o vestigios de un buque de la Gran Armada la imaginación echa a volar... Lástima que parezca interesar muy poco esa herencia a los que pueden sacarle lustre. Ya se sabe que en casa de herrero, cuchillo de palo. Queda mejor inventar cosas. Aunque no le interesen a nadie.