Aunque los vestigios de la Ragazzona fueron los que tuvieron la mayor proyección -incluso a nivel internacional- en los últimos años, la ría ferrolana esconde también otros pedazos de la historia, protagonizados por buques que acabaron su singladura en la urbe naval. Como es el casco del submarino alemán UG 48, que llegó a la ciudad en 1918 para efectuar una reparación y que acabó incautado en el Puerto. Tras finalizar la Primera Guerra Mundial, salió a aguas de la ría a efectuar unas pruebas y se hundió y los expertos acreditan la existencia de algunas de sus piezas.
Obras alusivas a los hundimientos en aguas gallegas, como Os naufraxios da Galicia Norte, de Hixinio Puentes, también aluden al hundimiento del destructor Císcar, en 1957, y al Castillo de Coca, diez años antes, frente a la Muela de la Punta do Segaño, zona en la que se realizaron los últimos hallazgos.