El activista que tiene que gestionar

Carlos Agulló Leal
Carlos Agulló EL CHAFLÁN

FERROL CIUDAD

20 sep 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La frase le va a acompañar mientras dure su mandato. «Non veño xestionar un Concello, son un activista en busca dun Ferrol mellor», espetó Jorge Suárez en vísperas de tomar posesión como alcalde de Ferrol después de un resultado tan fragmentado en la izquierda que para los propios protagonistas del pacto presagiaba tiempos difíciles. Pero Suárez, al frente de una coalición formada por Esquerda Unida, Anova y personas vinculadas a Podemos que recibió el apoyo de un PSOE muy castigado en las urnas, se ha dado de bruces con la realidad: para ser alcalde no le queda otra que hacerse con las riendas de la gestión.

El alcalde activista no ha tenido mucho tiempo para la contemplación. Ni cien días ni diez: desde el minuto uno se ha ido encontrando con frentes a los que, qué remedio, hay que aplicar gestión y política. La crisis del agua y la polémica de la depuradora han sido quizás las cuestiones de mayor envergadura en estos tres meses, pero han ido surgiendo otras nada menores para las que el activismo sin gestión sirve de nada. Vale que como promotor, incluso como agitador, de una doctrina para el cambio de la sociedad anuncie que los actos religiosos de la Semana Santa no recibirán ayudas públicas, pero eso después ha de casarse con la gestión de los intereses de una ciudad que tiene en esas celebraciones una importante fuente de ingresos. Puede apelarse a la vieja costumbre de dejar la caja vacía cuando un gobierno se va, pero lo cierto es que puede empezar a cundir la sensación de desidia si en el plazo de diez días dos viandantes tropiezan en la misma piedra por falta de mantenimiento de los viales.

Con todo hay otro frente al que Suárez ha tenido que dedicar tiempo. Y más gestión que agitación. La debilidad del gobierno no es solo consecuencia de una realidad numérica: FeC y PSOE suman tantos votos como el grupo mayoritario, que está en la oposición, y no tienen asegurado el apoyo de un BNG que quiere marcar la distancias y dejar claro el alto precio de sus dos votos. La debilidad es, además, producto de la desconfianza mutua que se profesan los dos socios del gobierno y que se expresa de forma bastante gráfica e indisimulada en una casi permanente sombra (la de la teniente de alcalde socialista) que se proyecta sobre el alcalde.

Y así no es tarea fácil conseguir un Ferrol mejor: ni con activismo ni con gestión.