El espíritu

José Varela FAÍSCAS

FERROL CIUDAD

08 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Hacia finales de los años noventa, la dictadura militar tailandesa compró a España un portaviones como el Príncipe de Asturias, el Chakrue Naruebet. Lo fabricó Bazán. El Gobierno tailandés enfatizó que se trataba de una necesidad patriótica, para socorrer a la población en caso de catástrofes naturales. Desconozco si su siguiente adquisición en Occidente consistió en una partida de carros de combate Leopard como flota para el transporte escolar -una suerte de furgonetas con cañones de 120 mm por si hacía mal tiempo-. No me consta. Lo que sí sé es que la venta del barco fue celebrada con regocijo por los ferrolanos, en medio de un sano orgullo por facilitar un portaviones como si fuese una oenegé para operar en el mar de China. Hay que joderse, pero ahí están las hemerotecas. Desde entonces, olvidamos el resultado comercial del trato -no fue para echar cohetes-, pero nos quedamos con la copla del trampantojo: se puede hacer un negocio con dinero público y presentarlo como otra cosa. Es muy sencillo. Basta con presentarlo como una necesidad. He ahí el flamante auditorio de Ferrol mientras se pudren de inanición más de una docena de salones de actos incluido el Jofre; he ahí la plaza de España, un millón de euros por unas macetas mastodónticas. Y la guinda: otro pastón para los jardines de San Francisco mientras a sus pies se extiende un páramo comercial que empieza en el mercado de la Magdalena y se expande a las calles adyacentes ¿Por qué se gasta ese dinero en abrir una vez más el pasadizo, ahora con ascensor panorámico añadido? ¿Qué avezado augur detectó esa necesidad social imperiosa? Es el espíritu del Chakrue Naruebet, tal vez.