Echa el cierre «La escuela de Chon», una librería familiar fundada hace más de un siglo en Fene

ANA F. CUBA FENE / LA VOZ

FENE

Rogelia y Emma, en la tienda, donde llegaron a vender 170 ejemplares de La Voz de Galicia de lunes a sábado y 250 los domingos
Rogelia y Emma, en la tienda, donde llegaron a vender 170 ejemplares de La Voz de Galicia de lunes a sábado y 250 los domingos CÉSAR TOIMIL

Rogelia García Vila abrió una tienda de comestibles, que luego pasó a vender prensa, material escolar y regalo, y que ahora regenta su tataranieta Emma

19 ene 2023 . Actualizado a las 16:31 h.

Rogelia García Vila, tatarabuela de Emma, la actual responsable del negocio, abrió una tienda de comestibles a comienzos del siglo XX en lo que acabaría convirtiéndose en el centro de Fene, al lado del concello, la farmacia o el colegio de Nuestra Señora del Carmen. Rogelia enviudó con 30 años, como explica su bisnieta, que también se llama Rogelia y es la madre de Emma. «Mi bisabuelo iba en un barco a Cuba, hubo una explosión y mi bisabuela recibió una carta comunicándole que había muerto», relata. Su abuela, Adoración, que ayudaba a su madre en el negocio, también se quedó viuda, con 20 años.

«Un día, mi abuelo iba a buscar mercancía en la lancha de Perlío a Ferrol, que era el medio de comunicación de entonces. Era diciembre, cayó un chaparrón, cogió frío y al poco se murió de neumonía, poco después de que mi abuela diera a luz a mi padre», repasa Rogelia. Cuenta que su bisabuela era suscriptora de La Voz de Galicia —«había un recibo de principios del siglo XX o ya de finales del XIX [el periódico se fundó en 1882]»— y con el tiempo empezó a vender el periódico. En el bajo de la tienda también hubo una escuela: «Mucha de la gente de 80 y pico y 90 años de por aquí vino a aprender a leer y a escribir con Adoración, que era la que daba clase». Por eso se conocía como «la escuela de Chon», como muchos siguen refiriéndose a este establecimiento, que ahora aparece registrado como Regalos Artabria.

La tercera generación no formó parte del negocio. «Mi padre trabajó en Astano y mi tía, que era maestra, montó aquí una escuela, en el bajo, no de niños tan pequeños como la de Chon. Pero hubo una desgracia familiar, un accidente, y murieron mi tía, embarazada, y su marido», detalla Rogelia. Por eso la tercera generación de esta saga de comerciantes no estuvo representada en el negocio familiar.

Los buenos tiempos del negocio

De la abuela Adoración pasó a la nieta Rogelia, que tiene 72 años. Regentó el local —ya sin comestibles, con librería, papelería, prensa y artículos de regalo— desde 1983 hasta que se retiró, cuando tomó las riendas su hija. Emma estudió Delineación y Topografía y ejerció en una empresa. «Pero con la crisis me quedé en el paro, mi madre se jubilaba y decidí seguir. Ahora cierro porque en la zona ya no queda nada, los centros comerciales e internet están matando al pequeño comercio. Hay que plantearse las cosas fríamente, con la cabeza, no con el corazón, es una decisión muy meditada», subraya.

«Mi abuela y mi bisabuela, las dos viudas, levantaron esto y vivieron muy bien, no hubo carencias, mi padre y mi tía pudieron estudiar», señala Rogelia. A ella también le tocaron épocas «muy buenas»: «Me acuerdo estar en Reyes trabajando hasta las once o las doce de la noche, y vender mucho material escolar porque teníamos a veinte metros el colegio Nuestra Señora del Carmen, que ya no existe. La llegada de Alcampo y la reconversión de Astano fue lo que nos hundió».

En Regalos Artabria llegaron a vender 170 ejemplares de La Voz de Galicia cada día, de lunes a sábado, y 250 los domingos. «Era un negocio que funcionaba muy bien, ahora ya casi no queda nadie, pasó de ser el núcleo de Fene a estar en una esquina, apartado», resume Rogelia. Dice que la historia de su familia y de la tienda que creó su bisabuela, que cerrará definitivamente el 31 de enero, «daría para una novela».

Un camión sin frenos, en 1986

Recuerda el accidente ocurrido el 27 de agosto de 1986, cuando un camión se quedó sin frenos y se empotró contra un autocar de la empresa IASA, que a su vez golpeó una furgoneta y acabó derribando el muro de una vivienda de planta baja, donde durante años quedó a la vista un armario. «Todo el mundo se da cuenta cuando le dices ‘la casa del armario'», comenta. Ocurrió allí mismo, en la Avenida de Naturales, sin víctimas personales, y algunos miembros de esta familia se salvaron «de milagro».