«Tengo que cruzar las vías para ir a la carnicería, la iglesia o el local social»

FENE

JOSÉ PARDO

Los vecinos de Perlío se juegan la vida a diario ya que el trazado ferroviario divide el barrio en dos mitades

12 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Actividades habituales del día a día como ir al supermercado o a la farmacia puede suponer para los vecinos del barrio fenés de Perlío toda una experiencia en la que se juegan la vida. Los residentes llevan enfrentándose desde hace más de una década a una importante disyuntiva, dar un rodeo al barrio para poder llegar al punto de destino o cruzar las vías del tren por una zona sin habilitar para ello. «Por la parte de arriba está la iglesia, la carnicería Viñas que es a la que siempre vamos, el local social...», expone como ejemplos Jesús Ángel Ares Vázquez. Es el presidente de la entidad vecinal y residente en el barrio, concretamente, ubica, en la «zona de abajo».

Aunque es consciente del riesgo que entraña -«cuando voy a la iglesia con mi hija paso, está entre dos curvas y como no estés pendiente no se siente que viene», advierte y añade además que es muy resbaladizo y él mismo se ha caído- reconoce que la cruza en reiteradas ocasiones para evitar tener que dar la vuelta a todo el barrio. «Para las personas mayores o si vas con la compra es una vuelta tremenda», denuncia.

Quienes residen en las calles que quedan sobre la vía se encuentran con la misma problemática para ir a los supermercados, centro de salud, ayuntamiento o la farmacia. Eugenia Sanmartín se ha mudado recientemente procedente de Madrid. En su caso se decanta por dar la vuelta a Perlío en vez de cruzar el trazado. Pone como ejemplos de su día a día los entrenamientos de atletismo de su hijo en el pabellón de San Valentín o las actividades de su madre en el centro de mayores. «Damos la vuelta para ir a un lado a otro, intento no tener que cruzar. El tren acaba generando dos lugares de vida independientes», lamenta la vecina.

La zona de paso

Ares recuerda que hubo un intento de vallar la zona que se utiliza para pasar para evitarlo. No está habilitado para cruzar por lo que los viandantes deben bajar el terraplén, cruzar la vía, y «trepar», define Sanmartín, por las escaleras para volver a la calle.

La peligrosidad se traduce en que cada varios meses se registra algún accidente con personas que acaban precipitándose a la tierra para no ser golpeados por el tren e incluso ha habido que lamentar alguna víctima mortal. «En invierno con la lluvia es todavía peor porque es más difícil darte cuenta si viene», advierte Ares.

Tampoco presenta garantías el paso para cruzar ubicado a la altura del apeadero. Los vecinos denuncian que es muy alto para salvar el desnivel de las calles e inaccesible para personas con movilidad reducida.