Y una historia similar ocurrió con el Ford Fiesta para el que ahora busca un nuevo dueño. «Llegó hasta mis manos porque este coche tuvo en su día un problema en la caja de cambios que hubo que reparar. Se lo solucioné al dueño y desde aquella la familia se quedó como clientes del taller. Pasado el tiempo al dueño le fueron mejor las cosas y compró otro coche aprovechando una subvención, que se lo vendí yo también y se le hizo la transformación», recuerda. Y al venderle el nuevo vehículo le recogió el viejo Ford Fiesta por el que le dio «un valor». «Y ahora, sinceramente, prefiero dárselo a una persona que de verdad lo necesite y no venderlo», reconoce.
Se trata de un vehículo con un gran valor sentimental por la utilidad que puede dar a alguna persona. «Lo que vale realmente es la transformación porque ya es un coche viejo, pero para mí lo importante de este vehículo es saber que le puedo dar movilidad a una persona que igual no la tiene. La va a permitir poder desplazarse sin tener que depender de ninguna otra persona. Yo se la libertad que te da porque lo vivimos en la familia. Mi padre cuando no tiene el coche, ahora está en el taller, está limitado y no puede salir de casa», recalca.