Álvarez Salgado, las islas del horizonte y San Andrés de Teixido

CEDEIRA

Ramón Loureiro

23 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Acabo de enterarme ahora mismo —y cuando digo eso de ahora mismo, en realidad me estoy refiriendo, como es obvio, al momento en el que les escribo, que es un poco antes de que les llegue a ustedes esta carta, en forma de dietario, que les mando, con todo mi afecto, cada siete días— de que a Javier Álvarez Salgado, que fue uno de los más grandes atletas del mundo —un atleta cuya memoria, como formidable corredor de campo a través, permanecerá unida para siempre a lugares entre los que brilla con luz propia Doniños—, le acaban de conceder, en Vigo, el premio Luis Miró, en homenaje a toda su trayectoria deportiva. Javier, que es una persona magnífica (el amigo, como creo que ya alguna vez les he contado, del que uno aprende cosas tan sabias como que «la felicidad hay que trabajarla todos los días»), fue olímpico tanto en México-68 como en Múnich-72. En la capital mexicana corrió la prueba de los 3.000 metros obstáculos. Y en los Juegos de Múnich disputó los 5.000 y los 10.000 metros, distancias en las que, en ambos casos, fue finalista, compitiendo con fondistas legendarios como Steve Prefontaine y Lasse Viren. Ni que decir tiene que Javier fue, además, plusmarquista español en varias distancias. Y logró, hace medio siglo, gestas tan asombrosas como correr un 3.000 bajo techo (¡en una pista de madera...!), en 7 minutos y 52 segundos, o derrotar en un 10.000 a Emil Puttemans, acabando el último kilómetro en menos de dos minutos y medio.

Javier y yo hablamos casi todas las semanas. Habitualmente, por teléfono. Él me dice, pongamos por caso, que las Islas Cíes, en el horizonte, están preciosas (se divisan muy bien desde su casa). Y yo le comento, por ejemplo, que también es muy hermosa la puesta del sol sobre el mar aquí, en el norte del norte, vista desde el Coto do Rei, en Marraxón, o a través de la puerta entre dos mundos, en San Andrés de Teixido.

Álvarez Salgado fue el primer olímpico al que yo, de niño, conocí en persona (por aquellos años, a nuestro común amigo Mariano Haro, cuatro veces subcampeón del mundo de campo a través, solo lo veía por televisión). Poco después conocí, también, a Carlos Pérez, con quien pasé muchas horas de invierno, a comienzos de los ochenta, durante una concentración en Burgos, y a quien creo que vi por vez primera en Laredo, en una fase de sector del campeonato de España, donde estaba acompañando a los atletas que él entrenaba. Atletas como Manolo Carrera, que poco después (¿recuerdas aquel día, Irazu...?) lograría hacerse con el récord español juvenil de los 3.000 metros lisos. Fue entonces, más o menos, cuando vi correr, por vez primera, a Isidoro Hornillos, que era el plusmarquista español de los 400 metros lisos. Con Hornillos hablo, igualmente, mucho. Es, todo sea dicho de paso, una de las personas más sabias que he conocido. Qué gran escuela de vida es el atletismo.

E. ALVAREZ